Así como el personaje de Bill Murray en la película, en este verano que acoge a ministros, subsecretarios y periodistas subrogantes, me despierto cada mañana con lo mismo de todos los días. La reiteración es tan exacta que no podría ser conciente y premeditada, más aún con el afán de improvisar que exhiben los noveles noteros. Pero no, hasta sus errores son idénticos al del día anterior y me atrevería a decir, iguales a los del verano pasado, así como las modelos y la silicona de las chicas reality que viven penosamente la irrealidad misma.
A su vez, las noticias se clonan con leves e imperceptibles matices; un día es un pariente del fallecido y el otro, la vecina, pero ambos echan mano a sus años de espectador de TV para salir en cámara. Y no es un tema que ocurra en La Pintana o que esté determinado por la condición social. Lo mismo vemos cada mañana con la declaración de algún político que a partir del accidente de la hija del ministro Velasco, expresa su dolor ante el país por lo que vive esa familia, haciendo -claro está- la necesaria advertencia de que el dolor y la solidaridad une a todos los adversarios. Un escéptico y más osado que yo, diría que lo que los une es el poder.
Por otra parte, para salvar la rutina nos alternan entre el festival de Viña y el volcán Chaitén. El director y editor no requieren para ello de nuevas imágenes, bastan las de la última erupción o la última versión. Que éste sea el festival número 50 es un detalle, siempre viene más de un artista que ya ha estado.
Entrada la noche, pretendo seguir la receta de Murray, y despertarme cada día siendo mejor persona, con la esperanza de que finalizado el verano todo cambie.