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Inicio / Cuenteros Locales / curinao / LA FÁBULA DE CAPERUCITA Y EL LOBO

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Jajaja… Rió el lobo con aquella risa profunda y saturada de complacencia. No cabía ni la menor duda, este lobo, era un lobo satisfecho. Sus brazos fornidos, su pecho cubierto de vellos, sus pectorales bien delineados y su virilidad preponderante, demostraba que este animal se preocupaba de su cuerpo.
Igual a los demás – pensó ella escuchando aún esa risa que le incomodaba sus oídos.
–Tú sí que me haces reír – dijo la fiera, una vez que su hilaridad se disipara por la habitación.

No…No era difícil contentar al lobo, solo había que tener cierta maña y un poco de talento. Y para esto ella era la reina. No le fue duro llegar a este estado, su personalidad sumisa le había ayudado enormemente. Ella no sabía decir no, y lo comprobó a los trece, cuando su tío le dijo que se sacara los calzones. Después… solo fue cuestión de tiempo y circunstancias.

De pronto, el lobo la tomó de sus cabellos y la atrajo con suave pero determinada actitud hacia su vigor fecundo, el cual, inesperadamente, se hallaba en vísperas de una nueva exaltación. Y el acérrimo mandato viril ocupó los pensamientos del lobo. Ella, no tuvo más remedio que aceptarlo ¿que otra cosa podía hacer? ¿Si ya su maldita personalidad le había programado su destino?

En eso el teléfono de la habitación sonó con su ruido desconcertante, y ella trató de escabullirse pero el lobo imperturbable la detuvo con su mano, luego con la otra, tomó el aparato y lo descolgó con toda desenvoltura.
Era un lobo seguro, de esos que todo se lo ha dado la vida, incluso hasta lo deshonesto y lo prohibido. Era un lobo jefe de familia, que impartía ordenes, que aconsejaba como buen amigo, que amaba su esposa y sus hijos con profunda dedicación. Era un lobo como tantos otros que ella conocía.

Y mientras succionaba el estandarte de la virtud y de la sabiduría de aquél lobo intachable, comprendió el porqué siempre en algunos sueños, se comparaba graciosamente a una de esas "muñecas de goma" que tenían algunos lobos con problemas psicológicos raramente curables.

Desde que supo que su corazón no podía dar ni un átomo de amor, esta comparación se fue incrustando en su cabeza como aquella aguja en su paladar.
¡Sí!... Su cuerpo estaba hueco como aquellos irrisorios artefactos; con la diferencia, que ella se daba cuenta de este recóndito detalle, y sin poder evitarlo, un lagrima de dolor se mezcló con las otras que brotaban a raíz del esfuerzo con aquél apéndice de maciza estructura.

-Sí, claro mi amor, como tu quieras –escuchó decir al lobo por teléfono –nos encontramos entonces a la salida de la estación, hoy a las cuatro, si espérame con los niños, de ahí si tu quieres nos vamos al parque, ya chao mi vida. Sí, yo también te echo mucho de menos. Bye bye.
Tuvo el tiempo justo para colgar. Ya que sus estertores llegaban en torrentes de mentiras y palabras infames.

Largo rato, el silencio mantuvo a la ficticia pareja enfrascada en sus pensamientos, quizás para que tomaran conciencia de sus actos, pero al parecer aquellos seres nada tenían que reprocharse, sus dolores y sus miedos estaban tal vez muy enraizados en su almas como para que salieran al mundo. E inclusive el lobo se levantó y con aire contento se dirigió hacia la ducha.
Ella aprovechó para cubrirse con las sábanas y tratar de relajar su cuerpo adolorido de tanta embestida masculina. ¡Pero que mierda! – pensó de repente – porqué habría de gustarle tanto las cosas enormes ¿no sería una forma de auto flagelarse?

El lobo interrumpió sus pensamientos al sacarle las cubiertas de encima, y al verlo parado allí frente a ella, desnudo y con aquel colosal suplemento balanceándose inocente, un leve estremecimiento recorrió sus entrañas. ¡Maldita sea! Si me lo pide, volveré a caer en sus garras! –supuso con ese temor tan conocido recorriendo su piel.

Felizmente el lobo tenía otros planes. Ya que despacio se fue poniendo sus ropas, y luego silbando una canción insulsa volvió a la sala de baño. Para poco después salir tan bien vestido y galán como cuando lo viera por la primera vez en el hotel.

– Bueno querida, como eres un verdadero bomboncito, te daré un extra, así la próxima vez serás mucho más deliciosa. – diciendo esto, el lobo lanzó seis billetes verdes en el velador y tranquilamente tras darle un desabrido beso en la mejilla, salió del cuarto cerrando la puerta con discreción.

Ella desperezándose abiertamente, hizo sonar sus mandíbulas de gusto. Luego, sin querer, se vio reflejada en el espejo del techo.

Lo que vio la hizo estremecerse de angustia, pues a pesar de que en ese reflejo veía a una mujer extremadamente hermosa, no era ella, no era así como ella se consideraba, no era ese su concepto de ella misma; ¡Ah! Si no fuera por su desgraciado defecto de nunca poder decir no, otra cosa sería de su vida.

Retiró por completo las cubiertas y observó detenidamente aquel cuerpo desconocido, llevó sus manos hacia su cuello en donde según el espejo, una aureola negra se había formado, después, siguiendo con esta especie de revisión corporal, visitó su sexo, el cual al tocarlo con sus dedos, un dolor profundo recorrió sus sentidos y más aún al inspeccionar sus nalgas. Estaba destrozada. Sus manos lo decían, su razonamiento lo decía, pero su falta de personalidad le anunciaba que de nuevo volvería a aquello; que otra vez sería ultrajada, y que su voz se ahogaría nuevamente en el abandono estúpido de su temperamento.
¡Pobre de mí! – profirió apiadándose de sí y recogiendo las sábanas para cubrirse por completo.

Y tras unos leves instantes de dura realidad, cerró los ojos con abandonada decisión…¡Cómo amaba aquél momento! ¡Cómo amaba ese dulce sopor que la envolvía con su calidez divino!
Se encogió hasta ponerse en posición fetal, y lentamente, fue abriéndose camino por su conciencia, hasta llegar a su bosque. A ese bosque donde solo ella podía habitar, en donde los lobos no existían, en donde ella era una linda niñita que jugueteaba contenta con su canastita llena de ensueños, en donde vestida de inocencia, reía al mundo con sana alegría. Una sonrisa apacible curvó sus labios y un hondo suspiro selló su sueño… Caperucita, venía de despertarse…

FIN
Mario "Panterita" Aracena
24/07/08

Texto agregado el 24-02-2009, y leído por 219 visitantes. (1 voto)


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