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Inicio / Cuenteros Locales / psicke2007 / Historiales de la vampira. Fascinada

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Al revisar su celular, Lucas vio el mensaje sin leer de Julia, y se reprochó por no prestarle atención a la mujer que siempre estaba para él. Decidió pasar por su casa y darle una sorpresa, tal vez comprar un vino de camino. Paró frente a un 24 horas con este pensamiento, pero al bajar, percibió a una pareja que iba pasando frente a un quiosco, muy juntos. Algo en el aire de la mujer, su cabellera lacia recostada en el abrigo de napa de su compañero, le llamó la atención. Se parecía a quien ocupaba su mente en ese mismo momento.
Con las llaves del auto aún en la mano, sin chaqueta, casi sin darse cuenta, Lucas comenzó a seguirlos por el centro. Antes de que tuviera tiempo de reaccionar y decirse que era un idiota, se metieron en la entrada de un bar. Venus, decía el letrero de neón violeta sobre la doble hoja de madera oscura. Recordando lo que había oído esa tarde, decidió ir tras ellos. Había tapizado rojo y un grandote de piel morena y camiseta ajustada que lo observó mientras pagaba el ticket. Una jovencita llena de pierciengs lo detuvo de un brazo y le estampó un sello en la mano.
En la luz negra se podía ver el símbolo Љ fluorescente sobre su piel. Pensaba que era temprano pero el lugar estaba casi lleno, aunque pocos bailaban. Bajo un foco naranja, distinguió la cara de Julia. Un segundo y la pareja se desvaneció tras un grupo de extravagantes ninfas de cabello corto y ropa negra. Bajó los escalones de la pista sin tropezar de milagro. De pronto, se le cruzó una joven y le habló. Lucas la ignoró, y al hacerla a un lado chocó contra un cuerpo carnoso y lo asaltó un leve perfume de violetas conocido. No la había notado, pero estaba sentada en la barra, y al verlo entrar se dirigió directamente hacia el doctor:
–¡Lina! ¿Qué haces? –exclamó él cuando lo interceptó, plantándole las manos en el pecho.
–¿Qué busca? –ella lo miró con dureza.
–¿No la viste entrar, hace un minuto? –cuando se explicó, Lina giró la cabeza rápidamente y escaneó el lugar, pero no divisó a Julia, a quien conocía bien de la clínica.
A ella el barman le sonrió y contestó sus preguntas con amabilidad. Pero cuando llegaron al reservado que les indicó, estaba vacío. A pocos metros, una puerta se cerró de golpe y fueron hacia allí, pensando que se habían metido en el baño. Lina gritó algo sobre el ruido de la música y el enorme guardián señaló una puerta de metal. La pareja la había visto y se habían escabullido en la noche.
Lucas paró en medio de la calle para recuperar el aliento y entonces sintió un frenazo en la esquina; una moto se había cruzado frente al mismo auto marrón que había visto siguiéndolo y en él iba un hombre alto y una mujer de pelo castaño. El vehículo desapareció en la avenida. Si tuviera su camioneta... Desesperado, corrió hasta donde había estacionado y dio la vuelta, tratando de adivinar su rumbo. Creía que tenía que salvarla. Claro, se le ocurrió, tenía su número.
Sonó muchas veces, pero Julia no contestó aunque tenía el celular en la mano y podía identificarlo.
Decidió pasar por su apartamento, que no estaba muy lejos. Había estado inspirado, se felicitó, al ver el auto estacionado enfrente del edificio. Por la luz encendida, desde su camioneta podía distinguir la silueta de un hombre tras la ventana. De pronto, este corrió la cortina, ocultándose. Lucas salió con el corazón latiéndole en los oídos. ¿Y si era el novio? ¿Cómo podía saber?
Obsesionado por los asesinatos del día y sugestionado por Vignac, veía peligro para la joven, algo que había percibido no le agradaba. La actitud melosa y confiada de Julia, el club al que había entrado, no encajaban con el carácter que le daba. Aprovechando para colarse con una vecina, entró. Ya estaba frente a su puerta, tratando de escuchar qué pasaba adentro.
Un chasquido, cristal roto. Tanteó la manija y la puerta, sin llave, le cedió el paso. Lucas se detuvo boquiabierto por lo que encontraron sus ojos: el extraño tenía a Julia entre sus brazos, fláccida, los ojos vacantes, con la blusa abierta y mucha piel al descubierto, la garganta expuesta, y él parecía a punto de encajarle un mordisco cuando lo interrumpió.
El hombre lo miró; tenía unos ojos negros que echaban chispas. Lucas avanzó resuelto y lo azotó con la lámpara de pie que estaba junto a la puerta. Las sombras revolotearon en la pared, Julia cayó desfallecida porque el extraño la soltó, sorprendido por el golpe. Antes de que se diera cuenta de lo que estaba pasando, Lucas se vio empujado por una fuerza increíble, sus pies dejaron el suelo y su cuerpo salió despedido, revoleado en el aire por el otro, hasta que chocó contra una mesa y resbaló al suelo. El hombre había tomado el pie de la lámpara y lo rompió contra su muslo, luego saltó sobre el doctor y le clavó las dos astillas.
Lucas trató de huir, inútilmente. Tenía un peso encima, el hombre ahora intentaba estrangularlo. Quería defenderse, pero al intentar mover sus brazos, notó que lo habían estacado por la ropa en la moquete, salvándose por milímetros de que su carne fuera atravesada. A punto de desmayarse con la sangre que se le agolpaba en la cabeza, percibía unos ojos malévolos, dientes afilados, puntiagudos, y la fuerza anormal de ese hombre le era incomprensible.
Antes de que perdiera la conciencia, su dolor se alivió y el peso le fue quitado de encima. Unos segundos después reaccionó al escuchar un estrépito de vidrios. El otro había saltado por la ventana, luego de recibir un proyectil en la cabeza –Lina apareció en la puerta, vio la escena, gritó y le arrojó con buena puntería una horrible estatuilla que estaba cerca de la entrada–.
El doctor se estaba reponiendo con la sensación de que todo era un mal sueño, excepto por el ardor en su cuello. De inmediato notó que Lina contemplaba el destrozo de la ventana con una expresión espantada pintada en su rostro. Se acercó a indagar donde había caído el atacante, pero como temía, no había rastro.
–¿Cómo se salvó de una caída de cinco pisos?
–Debe haber saltado a ese toldo o a la azotea de enfrente –Lucas pensó que se burlaba de él pero ella contestó con toda seriedad.
Julia seguía consciente pero parecía drogada, hipnotizada, no respondía a su voz. La puso en el sofá y le acomodó la ropa, tapándole el busto.
–¿Cómo llegaste aquí? –Lucas enfrentó a Lina.
Confuso acerca de cómo lo había encontrado, sospechaba que se trataba de una cómplice. Notando el reproche en su tono, ella se dio media vuelta y dejó el apartamento:
–De nada –replicó fríamente.
Pero una vez a solas en el pasillo, se recostó contra la pared y se oprimió la cabeza con sus manos. No podía ser. Creía haber visto... un fantasma. Había seguido al doctor, inquieta. ¿Por qué –se preguntó– querría un vampiro matar a una mujer como la licenciada Stabiro, alguien que llamaría la atención? ¿Tenía relación con ella, o tal vez con el doctor Massei? Debía reunirse con su gente y pedir una aclaración. Sin embargo, tenía miedo, y un poco de vergüenza. ¿Cómo la iban a recibir después de tanto tiempo?
Vignac lo llamó para decirle que el vigilante encargado de seguir a Carolina Chabaneix la había perdido a unas cuadras y temía por su extraña actitud. Aturdido, aún temblando como perro mojado, Massei le contó lo sucedido. Se reunieron en el pallier.
–¡Mire, ahí! –exclamó Lucas, notando el ruido sordo de un vehículo marrón que arrancaba. Se lanzó a la calle pero el auto aceleró y lo pasó rozando apenas porque Vignac lo sostuvo de la camisa–. Ese auto viejo, lo he visto por todos lados últimamente. En realidad, creía que era un empleado suyo, Vignac.
Este parecía realmente sorprendido, y aclaró que ninguno andaba en algo como eso. No tenía idea de quién más estaba involucrado, pero se prometió tomar todas las precauciones. Temía por la evidente curiosidad de Helio Fernández en la vampira y notó con gusto que Massei desconfiaba cada vez más de ella. Se le batía la sangre, anticipando la lucha: debía enfrentarse con una amenaza creciente, un grupo imprudente y sanguinario de esas criaturas.

http://vampirasanta.blogspot.com

Texto agregado el 24-02-2009, y leído por 92 visitantes. (1 voto)


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