Cuando te abrazas a tu miedo y te le trepas por la cintura hasta morderle la nuca, te entran ganas de gritar bobadas por el hueco del ascensor.

Ya sé. Ya sé. ...me pediste que no fuera bobo,

así que en vez de eso, agarré mi cajita de cerillas. (la del elefante de bordes verdes)

Quiero encenderlos. Todos mis fósforos. Dejarlos encendidos.
Y si han de consumirse que lo hagan de pie.
De pie.
Enterraditos por la base en la arena del mar.
Para que no se caigan.
Que no se caigan.
De pie sin que se caigan.

Y el miedo trazó similares caminos para esconderse en mi ombligo que esas bolitas de plata que los niños hacen correr por cajitas de madera con circuítos. Intentado embocarlas en los pequeños agujeros.

Cajitas....

me fascinan...

Ahora ando buscando una donde quepan todos nuestros cachitos, nuestros juguetes, nuestros sueños,..., por fin, nuestros alaridos….