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Comenzaré la plasmación de mi universo, pensando en que ya es hora de volver a construir de nuevo el castillo de naipes….

Hoy, un lunes cualquiera, sentada debajo de un árbol, en un parque cualquiera, con el sol golpeando la espalda y algunas miradas de gente curiosa sobre mí, hidrato mis ideas e invoco que vengan al tiempo y empiecen a caer lentamente una por una, como cuando estoy en la ventana de mi casa contemplando un día lluvioso.

Bastó un instante para ver lo que no quería ver, y entender lo que no quería entender. Mis ojos vidriosos no se apartaban de aquel objetivo, recrearían una y otra vez esa imagen entre las telarañas de mis neuronas hasta embriagarme en el recuerdo.
El alcohol circulando por mis venas, hizo de unas aguas apacibles y tranquilas, una tormenta implacable que cada vez se iba consumiendo con el llanto de la noche.

Huracanes, truenos, el temor de estar en océanos revueltos sin nada con que remar, hizo que me dejara llevar por la corriente, sin importar que al siguiente día despertaría en medio de una isla, totalmente sola, desnuda, pero entre muchas palmeras y un cielo azul en todas sus tonalidades.
Recuerdo estar acostada en la arena, disfrutando de las olas del mar golpear con vehemencia este cuerpo y esta carne allí postradas. Me maravillaba con el suave movimiento de la vegetación a causa de la brisa marina. Imaginaba que alguien me hablaba y que cautelosamente escuchaba........

-Hola- dijo alguien con potente voz. Devolví aquel saludo con una misteriosa sonrisa.
-Llevo horas observándote, tratando que fijaras tu atención en mí, pero no haces otra cosa que ignorarme, te pierdes en medio de las nubes y creo no poder alcanzarte.

Mire con extrañeza hacia alrededor buscando la fuente de donde provenía tan inquietante sonido. Cerraba los ojos, llevaba las manos a la cabeza, pensaba que alucinaba producto del agua de mar bebido durante la tormenta. La consternación se apoderó de mí. Me levanté de aquel sitio, empecé a correr en círculos tratando de huir de algo, pero no sabía de qué. De repente tropecé con un tronco y caí frente a una hermosa palmera, la más grande y majestuosa de la isla. La observaba sigilosamente, algo en ella me había embrujado, a tal punto de capturar por completo mi atención. Por más que quise apartar mi mirada de ella, sus hojas me atraían como imanes. ¿Por qué? No lo sé. De nuevo, una sofocante zozobra empezó a recorrer mi cuerpo, mi alma pedía a gritos que me alejara del lugar (una especie de presentimiento), pero una extraña energía me tenía encadenada a aquel fuste.

Con las fuerzas que no poseía en ese instante me arriesgué a salir corriendo. Lo último que viene a mi cabeza, es un gran coco estallar contra mi frente, mis ideas regadas por todos lados y despertar en medio de una lancha rumbo al lugar de donde no debí zarpar.

Texto agregado el 24-02-2009, y leído por 71 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
24-02-2009 Inquietante, lleno de sueños, imágenes y sentimientos. Hay soledad en las palabras, pero igual, el deseo de vivir el futuro en medio del mar, el horizonte lejano... margrave
 
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