La vida está hecha de parámetros. Inicios y límites para conocer el universo, sendas gastadas por caminos luminosos que llevan siempre a los mismos finales tristes y simples. Las mismas mentes, los mismos gustos.
La repetición yace en nuestro genoma, dura e inflexible. El cuadrado vive alrededor nuestro, los cuartos, las razas, la mujer, el hombre. El hedor de las acciones humanas empaña nuestra visión, engrasa nuestro movimiento, detiene el vuelo. Se puede vivir de cadenas pegadas al cuerpo, uno se puede soltar de un lugar para asirse a otro, pero siempre se conoce el siguiente punto por el que se deja el anterior. Y a veces no es mejor y nada es nuevo. Uno se puede dar cuenta que los sueños pegados a la esencia son solo gustos ajenos que tapan la respiración, que por más que se intente, uno no puede hacerlos suyos.
Se puede vivir de placebos, de luz y palabras, de imágenes etéreas, pero un rato y nada más.
Y cuando uno se cansa del hedor y la estupidez alrededor, de los cíclopes que se arrastran por el mundo con un punto en común que desean y no entienden, de la necedad del amor, del odio... puedes entonces y sólo entonces limpiarte la tierra que te retiene al universo y deambular por los callejones de la soledad inteligente, andar como solo una persona puede hacerlo y descubrir que juntos, siempre estamos solos y lo estaremos en las épocas más relevantes de nuestra vida, como nuestra muerte.
Me recordaste cómo escribir y te lo agradezco, hiciste nacer de nuevo el gusto por mi verdadero amor en la vida. Me hiciste recordar aquello que había arrastrado por los suelos, parte de mi esencia, y nunca, nunca te olvidaré por no dejarme haber muerto. |