Salimos de la farmacia, Irma decidió que nos fueramos en taxi. No debíamos mojarnos, no hacía frío.
El agua corría abundante por el pavimento, cosa inusual. El avanzar de los vehículos era dificultoso. La Irma, indiscreta, empezó a conversar con el chofer, yo muy señora no oía lo que decían del clima de la lluvia tibia, lo raro era este lluvia con calor.
Ya en casa, sentada en el living miraba el espacio sin ver, me ensimismaba volviendo a mi linda y grata juventud y en mí Laurencio, más o menos joven abogado con quién conjugamos el verbo amar. Lloro cuando lo recuerdo y la Irma me da las gotas para que descanse mi corazón. Almuerzo y subo a descansar a mí cuarto. A veces temo que puedo volverme loca o algo así, mis pensamientos son inconsistentes a veces... No se que es claro u oscuro en lo que me sucede. No entiendo la telenovela que vemos con la Irma.
-Es que se duerme señora Teresita, no se preocupe.
Miente para calmarme, miente como todos para que yo viva en la luna. Ni siquiera he pestañeado.
La Irma, mi asistente, de edad indefinida, ordena mis cosas, me da los medicamentos como si yo no supiera. Me acompaña cuando salgo, comenta las noticias que vemos juntas. A veces me deja un rato sola y eso es bueno como que perdí la costumbre de ordenar, de hacer. En cambio me vigila cuando me baño. Querrá ver como será ella cuando llegue a vieja.
Llega temprano Fernando, mí hijo. Dejo mi tejido a crochet sobre la cama, sube a saludarme, parece nervioso, me pregunta como estoy.
-Bien , hijo. ¿Llegaste temprano?
-Si, mamá espero que la Cheli llegue luego con las niñas, la lluvia es muy fuerte. Y que primoroso el tejido que está haciendo, no se canse.
-Es para el altar de la Virgen. Se lo ofrecí para que me perdone.
-¿Qué mamita? Si usted es un angel.
-No lo creas. Mire el ícono de la Virgen en la iglesia y la vi tan bonita, tan humana la encontré, que le dije a la Irma:
-¿Cómo es posible que sea virgen todavía si tuvo un hijo? Y tan encachadito que le salió. Y la Irma me dijo que no piense en esas cosas.
-Madre usted es dueña de pensar, no por eso deja de ser buena. Y yo la quiero mucho a usted..
Llegó la Cheli con la niñas y Fernando baja. Enciendo el televisor, informan de un aluvión en Los Alpes parece, no entendí bien. Cansada me pongo de pie y me acerco a la ventana a mirar. Laurencio no está a mí lado. Este canal que corre con sus aguas oscuras, arrastrando suciedades, maderas rotas y ramas grandes.
Deben ser los suburbios. Las casa no son las mismas que he visto en otras vías del Gran Canal, donde pasa el Vaporetto, no es la arquitectura que he visto acá en Venecia. En el canal corren las aguas y aún no pasa ninguna góndola.
Si vine aquí del mismo modo volveré aunque está lloviendo, Laurencio debe estar preocupado por que no he llegado, creerá que me he perdido.
Me coloco mí abrigo, no encuentro ningún sombrero, me pongo un pañuelo en la cabeza; que horrible se ve mí pelo rubio en el espejo. !Uy¡ Que fea estoy. Doy la luz y veo mí pelo plateado. Tomo mi bolso , mis guantes y acomodo una echarpe en mis hombros. Abro la ventana y llamo, el gondolero no acude, bajaré a ver que sucede. Tendrá que pasar la embarcación para regresar. No se a que vine ni a que...
-¿Donde va? Está lloviendo mucho y no puede salir a la calle.
- Es que el gondolero está pasando, mí marido me espera en el Hotel.
- Señora María Teresa, no está en Venecia,mire, despierte. Está en la casa de su hijo.
Le coloca llave a la puerta, me lleva al living. La Cheli me ayuda a sacarme el abrigo. Me angustio, algo malo pasa, no voy a llorar. Estoy perdiendo la razón. Me siento, todos miran el televisor. Se ven las casas destruídas, cuerpos que arrastra el légamo del aluvión en Peñalolen, comuna de mí patria. Lloro, por ellos.
Silvia Parra.Baeza.(rdejunio) |