¡¡ERAN OTROS TIEMPOS!
Desempolvando papeles, extraídos del baúl de los recuerdos, aparece esta Crónica de aquella época en que me hallaba bastante integrado en un movimiento religioso de, entonces, rabiosa actualidad: “Cursillos de Cristiandad”. Supusieron en mi vida y en su momento, un importante acicate vital, Pasado el tiempo, y por circunstancias que no viene al caso relatar, rompí con él mi cordón umbilical, no obstante lo cual, le estaré siempre agradecido.
Como recuerdo de “in illo témpore”, paso a mi Página esta Crónica de Despedida al cura Pedro Merino, con quien me sigue uniendo buena amistad, desde su vuelta a Salamanca.
Son versos y prosa de hace algunos años. Pongo en duda si el paso del tiempo ha mejorado en algo mi estilo, cosa que sí ocurre con el buen vino.
Permito opinar. Admito casi todo…
DESPEDIDA – HOMENAJE
Maldita la gracia que nos hizo la noticia. Supimos, así de pronto, que el Padre Merino se nos iba. Nuestro Viceconsiliario, el hombre bueno, el de la amplia sonrisa y elocuente perorata, había ascendido a Provincial de la
Orden y tenía que abandonar Salamanca.
No extrañó tal nombramiento, pues que era de todos sabido, que el “chico” prometía. Pero, verdaderamente, nos ha hecho la “pascua”.
Nadie desconoce su gran entrega y su entusiasmo por el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, y durante tanto tiempo. A todo el mundo le cae fenomenal, el simpático Pedro. Pero, nos deja huérfanos. Gratos momentos, hemos pasado juntos, hermanados en una misma fe.
Y merecía de verdad, la cena-homenaje. Por eso, el pasado 29 de Agosto, después de la celebración religiosa, nos acercamos, en buen número, al restaurante Tobogán, para darle la despedida oficial. Tras la cena, casi frugal pero animada, se ensalzaron a coro, con música del “Carrascal”, las cuantiosas virtudes, el talento y el talante de susodicho preste. Más tarde, un poeta, de cuyo nombre mejor no acordarse, ofreció unos ripios, que a continuación, trascribo:
“AL CURA MERINO, HÉROE DE LA INDEPENDENCIA”
Con el llanto en los ojos,
Te decimos adiós, cura Merino…
Tu partida acrecienta mis enojos,
Porque nos dejas cojos,
Sin más pie que Dionisio el capuchino.
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Crisóstomo elocuente,
Prodigio de finura y simpatía…
Amigo de la gente,
Compañero del pobre y del pudiente,
En Cursillos y en tu feligresía.
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¿Y dejas, pastor santo,
Tu grey, en este valle hondo, oscuro,
De soledad y llanto,
Y tú, fumando un puro,
Te largas a otro sitio más seguro?
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¡No escuchas el balar de tus ovejas
Y cierras tus oídos a sus quejas!
¡Míralas cómo están de quejumbrosas,
De que el lobo aparezca, temerosas!...
¡Merecías un buen tirón de orejas!
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¡Ojala no te siente mal la cena,
De aquí hasta Nochebuena!...
Ni pienses que, porque hayas ascendido,
Estará a tu servicio el dios Cupido…
Levantemos la mano que no hiere,
Y entonemos, a coro, el Miserere,
Por el cura Merino,
Desertor de lo humano y lo divino…
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¡Mas…, suena a ventolero
El que estos versos haya “componido”…
¡Juro yo que no he sido,
Pues de veras te quiero!...
¡Tal vez, Satán soplome en el oído!
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Bromas aparte…¡cuánto te apreciamos!...
Sin cachondeos, todos te queremos…
De corazón, el bien te deseamos
Y para que así sea, rezaremos…
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Que tu misión, Provincias visitando,
Mis gracias derramando,
En el nombre de Dios,
Sea la sementera venturosa
De tu misión, en plenitud gloriosa,
Fecunda para el hombre y para vos.
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Y, cada día, al consagrar la blanca
Hostia, en el mismo cuerpo del Señor,
Ten un recuerdo para Salamanca…
Sírvale tu oración como palanca
A este grupito amigo…y pecador.
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Para finalizar mi desatino,
Con copla de rocino, incorporada,
Cantemos a este fraile la tonada
Del burro que muriose en Villarino,
Harto de no saber lo que es cebada:
El era Agustino,
El era Merino,
El era el alivio
De cada vecino…. Que turu, ruru, ru…….Que bien lo sabes tú.
Ante era lego,
Ahora Provincial,
Y a los de este pueblo
Les da la “patá” ……Que turu, ruru, ru…Que bien lo sabes tú.
Le hemos regalado
Cartapacio fino
Para que no olvide
A los salmantinos…Que turu, ruru, ru…Que bien los sabes tú.
Todo muy bonito y “muy barato”. Merino se nos fue. Bueno era y bueno seguirá siendo. Gracias, mi amigo, por tus servicios en el nombre del gran Amigo común. Y, como el escalafón, es el escalafón, contaremos a partir de ahora, y en un “quid pro quod”, con el Padre Juan Ángel, que tampoco está nada mal.
Hasta siempre, cura.
EMILIO.- Fecha del recuerdo 22 Febrero 2009
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