Sus manos tiritaban del miedo y se las enjuaba una y otra vez con la transpiración de su nervios. Sus pensamientos estaban flotando por esa loca pasión que acabó brutalmente hace un tiempo. Fueron más de dos meses entre sueños que se empaparon de tormentas y llantos. Se acabó...así no más. Se fue la pena y el dolor, no la incertidumbre. Pasó ese 'deja vu'...rápido y no escuchó su nombre.
-¡¡Masaglia!!- llamaba ella una y otra vez, pero no escuchaba. Un compañero le dio un palmetazo en la nuca.
-Despierta, flaco, despierta, te llama la maestra-
Recién volvió a tierra. Levantó ese cuerpo descordinado de niño-hombre. Sus rodillas eran campanas de histeria. Pensaba en ese 3.7 para aprobar el ramo. Era su futuro.
Llegó a la mesa. Recibió su examen. Le daba miedo mirar, aunque sabía que había rendido una buena prueba. Tenía un 3.6. Estaba jodido. La maestra tomó nuevamente las hojas y con lápiz rojo y con todo su encono escribió y pronunció con sus labios carmesí: "reprobado, Masaglia".
Se miraron directo a los ojos como cómplices de nuevo, ella con odio bajo sus arrugas y él con rabia, detrás de su mirada adolescente. Primera vez que tenía ganas de golpear una mujer; finalmente, dio media vuelta y salió del aula.