Continuación de mi cajita de recuerdos:
Hoy es el día. Tengo que salir de aquí, no puedo quedarme…
Repasaba mentalmente, todo el tiempo que llevaba confinado intentando encontrar algo que importara la pena recordar… ¡Si! esta Anna. Siempre me dice que me parezco a su pequeñín, me da besos y me trae a escondidas trozos de pastel, riéndose de mí al vérmelo comer. Luego extiende su mano para acercarme un pañuelo y me dice…
-Cariño límpiate esos morritos y la puntita de la nariz.
Dicho esto da media vuelta mientras ríe y marcha.
Era mi profesora de lenguaje. Me enseño a ordenar mis ideas; pero no pudo inculcar en mí las normas de la escritura. Apuntaba que era demasiado libre como para atarme; incluso a una manera de escribir.
Era tarde los pasillos del colegio estaban vacíos, yo esperaba en un rincón sentado sobre mi maleta observando ése largo pasadizo de suelo forrado en mármol, desgastado y frío; aquellas paredes altas grisáceas con cenefas cerámicas a su mitad, decoradas con motivos florales de color azul. Aquel techo alto que deja entrever las vigas de madera ya curvas por el peso sostenido; sus arcos lisos de piedra rematados con yeso.
-Venga daros prisa con esos carros de ropa, ponerlos junto a la puerta. El camión esta a punto de llegar.
Ese día la ropa se recogía por la puerta principal ya que en la nave de la lavandería tenían preparada una pequeña fiesta, la fiesta de Nochebuena.
Hacia un año, menos unas horas, que me encontraba en aquel lugar y no estaba dispuesto a pasar ni un minuto mas.
Cuando las señoras de la limpieza marcharon me deslice sigilosamente dentro de un carro tapándome con la ropa sucia, sabia que no me echarían a faltar pues estaba encargado de vigilar los dormitorios, para que nadie entrara; por lo que disponía de unas cuatro horas antes de que Luisito el gafas viniera a liberarme, por lo tanto me encontraba tranquilo esperando…
Sonó la campana de la puerta y el bedel se dirigió a ella.
-Venimos a recoger la ropa.
-Son esos dos carros.
En un abrir y cerrar de ojos me encontré dentro de un camión, rodeado de montones de ropa sin saber como bajar de el;- pero… se a parado, voy a esconderme, no puedo arriesgarme a ser visto y volver allí. Solo el echo de pensar en una vuelta repentina me recuerda el dolor de aquellos azotes con la correa del director, mientras gritaba que me enseñaría por las buenas o por las malas, apretaba mis puños y dientes, para no darle el gusto de oír mis quejidos; pero solo conseguía que siguiera con mas ímpetu su castigo, en una muestra de poder humillante y autoritario, ante un niño que tan solo podía jurar que no saldría una lagrima mas de sus ojos.
La puerta se abre, tengo que permanecer inerte, quieto, no respirare…creo que han marchado con un carro de ropa, tendré tiempo de salir… urdí un plan; me puse a contar intentado imitar los segundos de un reloj, hasta que regresaron a por otro carro, 243, ¿Cuántos minutos son? Cuenta rápido, venga, ¿Cuántos son? Ya esta, cuatro minutos y 3 segundos, suficiente para salir de allí sin ser visto. Salí de mi escondite, saltando del camión, pero y mi maleta, no podía dejarla era todo lo que tenia… para, vuelve atrás, brinque de nuevo al interior del camión la cogí de un tirón y calcule que debían quedarme un par de minutos tenían que ser suficientes, Salí corriendo con mi maleta a rastras sin detenerme ni mirar atrás. Aquella esquina; pero esta tan lejos, un esfuerzo más, le gritaba a mis piernas sintiendo el ahogo, no puedo desfallecer necesito llegar a doblarla.
…Me encontré tirado en el suelo, levante mi cabeza, con miedo de ver a alguien llegando a mi ¿Doble aquella esquina? ¡Si!, doble aquella esquina. Levanta no te confíes, un niño solo con una maleta podía levantar sospechas entre la gente tengo que esconderme, ya saldré a caminar arropado por la noche. Rápido tienes que buscar un lugar; ese hueco en la pared de piedra, si entra no pares.
Me encontré al otro lado del muro, estaba rodeado de plantas altas en un terreno abandonado y al fondo unas naves de ladrillos rojizos, habían raíles de vía amontonados, eran las antiguas cocheras del metro. Más haya me llamo la atención una placa metálica, pequeña, como las que se encuentran en los asientos de los vagones, la cogí y continúe caminando hacia aquellas naves.
Al llegar a la puerta de la primera nave estaba abierta, mire en su interior y habían tres vagones viejos carcomidos por el oxido aparcados sobre unas vías muertas, oí unas voces aproximarse, corrí al primer vagón ocultándome. Hablaban de ensayar un poco antes de ponerse a arreglar los ventanales de la parte de arriba.
--Xavi, sabes que hemos de preparar unas barricadas a la entrada, justo antes de la vía principal de las cocheras. Se oyen rumores que vendrán los grises a desalojarnos.
--De que hablaban, no entendía nada, la curiosidad me pudo y asomándome por la ventanilla distinguí mucha gente que formaba un corro, en cuyo interior se encontraba un hombre que al volver a hablar lo relacione con el tal Xavi. Tenia en sus manos tres bolos grandes y pronto se puso a lanzarlos al aire, volando sobre su cabeza, me quede quieto mirando sin importarme que pudieran verme… ¡fuego! aquel tiene unos palos con bolas de fuego, crea malabares con ellos, se acerca uno a su boca, guay, escupe fuego. Notaba la necesidad de alzarme un poco mas para poder ver al resto… ¡música! sonaba música, aquella chica es genial, se dobla hacia atrás tocando el suelo, andando con pies y manos… aquellos de que van disfrazados, jajaa, son payasos. Me quede de pie en el vagón mirando aquella gente, saltaban, bailaban, reían… de repente se sentaron todos ante una caja de cartón pintado, en forma de marco decorado que limitaba el espacio a una marioneta, vestida de hada, con una varita mágica. Note como mi boca se abría en muestra de admiración…
-Mirar que e encontrado, ¿pero tu que haces aquí pequeño?, ¿Cómo te llamas?, ¿no dices nada?, ¿que traes en tu mano?
Me arrebato la chapa de la mano, la miro y leyó en voz alta “metro”, no me digas que te llamas metro, se puso a reír a carcajadas como si acabara de contar un chiste…
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