Un parque casi solitario
Una tarde de marzo de un día cualquiera.
El cielo con sus nubes arreboladas.
Una banca. Dos individuos sentados.
Dos mundos diferentes. Dos mares de pensamientos.
Dos miradas distantes perdidas en cualquier lugar del cosmos vasto, mágico en infinito.
Dos seres distantes, indiferentes, ajenos entre ellos que viajan a través de universos paralelos y lejanos.

Sensaciones misteriosas.
Muertes instantáneas de palabras que se pierden para siempre en los silencios de dos bocas dispuestas a no moverse.
Ni amor, ni odio. Solo silencio.
Aire de privacidad.
Compañía silenciosa.
Sueños que navegan ferozmente en el aire revoltoso de la tarde, reverberando para siempre entre los silencios vacíos de dos mundos callados.

Dos seres que comparten poco más de 30 cm de distancia.
Cada uno con las alas puestas de sus pensamientos.
En un universo distinto.
En un lugar distinto.
Con una persona distinta.

Uno pensando entre sus silencios quien sabe que cosas, en qué lugares, con qué compañía…
Yo, imaginando este mismo momento, en otro mundo, en otro lugar y con otra compañía que no sea tu ausencia a treinta centímetros de distancia de mis sueños.