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Así como las carretas perdieron su posición de ser el medio más cómodo y dieron paso a los automóviles, y de la misma forma, las casas hechas de barro y madera caen ante las murallas de hierro y cemento, los libros impresos han perdido su valor. Ahora, todo libro que se quiera leer se lo puede encontrar almacenado en esa gran red mundial llamada Internet. Solo necesitas una conexión y los grandes autores serán almacenados en la memoria de un computador sin la necesidad de ser impresos para ser leídos. Al parecer nos tendremos que acostumbrar a esta nueva forma de publicación si las editoriales no inventan algo para que la gente vuelva a las librerías a comprar aquellos manuales de vida impresos que son los libros. Yo por mi parte seguiré yendo al rincón literario local a ver que nuevas propuestas literarias existen impresas. No es que sea un temeroso de la tecnología, no, la tecnología es magnifica, pero prefiero ser un conservador en el área literaria. Es mi opinión y respeto a los demás.
Hace poco me llegó la carta de un amigo por el correo convencional. Me extrañé mucho, puesto que él, es un amante del Internet y del correo electrónico. La carta decía que quería verme urgentemente y estaba redactado con su puño y letra. Como no tenía mucho trabajo para esa semana, me encaminé a su casa. Al llegar, me impresionó la quietud en la que estaba, no había un solo ruido, ni siquiera un murmullo. Cuando mi amigo me abrió la puerta, casi con horror contemple su rostro, parecía que no había dormido en bastante tiempo, porque tenía unas ojeras muy marcadas y estaba más pálido que lo acostumbrado. Me hizo entrar rápidamente y me llevó directo al escritorio.
Con temor en sus palabras me confesó que, desde hace algún tiempo, ocurren cosas muy extrañas en un archivo de su computador. Sonreí por un momento de una forma burlona, pero al ver sus ojos me callé y empecé a prestar atención a sus palabras. Me dijo que hace algún tiempo se afilió a un club literario por Internet y que hace dos días uno de los miembros de dicho club le mandó un correo electrónico con un archivo adjunto y la cita “Quién entre aquí, conquistador será”. Pensó que sería una forma de comunicación entre los miembros del club y así compartir noticias de publicaciones literarias. Al abrir el archivo se encontraba un cuento de terror de Edgar Allan Poe titulado “La máscara de la muerte roja”, lo leyó y cerró el archivo. Al día siguiente vio el mismo archivo en el escritorio de su computador, pensó leerlo nuevamente ya que Allan Poe es uno de sus escritores favoritos, pero esta vez encontró un nuevo cuento. Se rió pensando en lo despistado que fue al no darse cuenta que existía otro cuento, así que disfrutó leyendo el nuevo relato. Esta vez se aseguró de revisar el documento completamente y el escrito solo contenía los dos relatos. Al día siguiente empezó lo verdaderamente extraño. Encontró su computador prendido y el documento se hallaba abierto, pero esta vez contenía un tercer cuento del mismo autor. Pensó que sería alguna forma de virus o un programa que actualiza los documentos, así que apagó el computador, lo desconectó y se fue a trabajar. Al llegar la noche fue a su recamara, y escuchó un ruido en el escritorio, bajó armado y al abrir la puerta vio su computador nuevamente prendido y con el archivo abierto anexado un nuevo cuento, fue entonces cuando me envió la carta y desde entonces no ha dormido. Yo no me había dado cuenta hasta ese momento que el computador permanecía prendido desde el día anterior, me acerqué a la pantalla y esta vez el documento tenía cinco cuentos. Apagué la maquina y lleve a mi amigo a tomar un café para que le pasara el temor, pero al regresar a su casa observamos un espectro que llevaba una mortaja de pies a cabeza, una máscara ocultaba su rostro, parecía tener el semblante de un cadáver ya rígido, lo seguimos hasta el escritorio y quisimos detenerlo, pero al intentar agarrarlo descubrimos que no había nada tangible en el sudario, en ese momento mi amigo reconoció que la situación que estábamos viviendo, era la misma que la del cuento “La máscara de la muerte roja”, en ese momento sentí la puñalada de la muerte y también vi caer a mi amigo a un costado.
Antes de morir y con mi último suspiro le pregunté como se llamaba el archivo, me contestó AllanPoe.doc.

Texto agregado el 22-02-2009, y leído por 261 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
23-06-2009 estupendo,el relato muy bueno,te felicito *********un gusto shosha
18-06-2009 Sinceramente genial. El cuento es buenísimo desde el principio y con la técnica del narrador en primera persona hila la opinión y la historia vertiginosa.Realmente estos textos suenan bien, uno.- por la brillantez de la técnica, que nunca cae en redundancias; y dos.- el relato lo cuenta una persona muerta y rescata las ideologías de Poe. pekejimenez
22-02-2009 Muy buen cuento, mis 5* chorros
22-02-2009 Muy buen escrito, maravillosamente escrito ,mis***** nanajua
22-02-2009 Buenísimo juan_lespaul
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