Mis partes se desvanecen en un día claramente perdido, insisto en que pensarlo no es lo mejor, pero no puedo evitarlo. Me elevo, y mientras lo hago, busco la forma de mirar hacia abajo, por última vez, sin sentir temor. No es fácil, nada lo es. A mi alrededor el viento me arremolina, mi memoria se aletarga, es evidente que comienzo a fundirme con él. Y hacia donde viajarán mis recuerdos y mi sombra — . Me pregunto — . No concibo que se desvanezcan junto conmigo, pero con resignación, lo acepto. Y mientras más etéreo me vuelvo comprendo que ya no estoy sólo aquí, sino en todas partes, que ya no formo parte del tiempo. He sido víctima de la humedad del aire, la delicuescencia. Cuando por fin consigo mirar hacia abajo, ya sin miedo y casi totalmente desvanecido, sólo veo el vestigio de mis pasos y la última mirada triste y acuosa que me dio la vida.