Basamos nuestra felicidad en un número de circunstancias, siendo una de ellas, la caricia de una mujer.

Por ellas, haríamos guerras felices de marchar a una muerte segura, escribimos poemas y canciones, investigaciones rigurosas se llevan a cabo para tratar de entender como hacerlas feliz, simplemente no las imagino fuera de mi vida, pero…

¿Por ti? Ni siquiera eres digna de estar en mi mente, no te considero lo suficientemente importante como para darte mi desprecio.

Nunca en mi vida pude concebir la idea de una caricia vacía, o que un beso es, solo pegar labios, unos con otros, hasta que te conocí a ti. No me causas nada. Indiferencia. ¿Quién te crees? ¿Soy acaso un trabajo de caridad? ¿Una limosna? Toma pues, tu miserable ropita y lárgate de mi vista.

Lo que mas me molesta es que, cuando yo besaba tu cuello, lo hacia porque en realidad me gustabas. Cuando desabotoné tu pantalón, lo hice con la ternura con la que se besa a un infante. Recorrí con mis labios y mi respiración exaltada, desde tu pecho hasta tu ombligo, pensando que, para ti significaba algo, algo más que una descarga animal.

No quiero que me abras las piernas… quiero que me des tu corazón. Quiero que cuando me mires, me mires; no que veas ojos y facciones faciales. Quiero sentir que mis caricias son para ti las más deliciosas, las únicas y que ninguna otra persona te puede hacer sentir como yo. Mis caricias no son parte de un procedimiento previo a una venida, son mis yemas interpretando palabras del puño ensangrentado que late dentro de estas costillas.

Pero de cierta manera, entiendo. Solo sexo ¿verdad? Es todo lo que fue. Nada serio, sin presiones, sin compromisos. Solo que me cuesta trabajo procesarlo.

No entiendo a las mujeres, de veras que no. Claman buscar a esa persona… ¡pues esa persona esta aquí! Enfrente de ti.

Idiota, aléjate de mi.