Aquella semana fue una de las más bellas que Rojo recordaba, broche dorado para un año que espontáneamente se tornó infernal. Nada había cambiado desde la noche en que le dijo te amo a Bermellón, el final seguía siendo inevitable, se iría de la ciudad y probablemente jamás volvieran a verse. Aunque sus emociones decían otra cosa, Rojo guardó al máximo posible la distancia, la idea de que la relación fructificara en algo serio era impensada, el muchacho creía en el amor a distancia, pero en aquel minuto de su vida, no era lo que necesitaba ni quería. Al parecer Bermellón tampoco era lo que deseaba, el parecía ya haberlo meditado todo y la compañía de Rojo era estrictamente fraternal, claro, añadiéndole a eso, los besos y los orgasmos que en el mundo gay y straight, no necesariamente son privilegio de los emparejados.
Era el penúltimo día de Bermellón en la ciudad, ambos muchachos irían a comer a algún lugar, Rojo lo había hecho acabar con sus manos y el muchacho regresaba de ducharse, con una toalla en la cintura, cuando golpearon a la puerta, al abrigar Bermellón apagó accidentalmente la luz y mientras abría la puerta volvía a encenderla. Fuera estaba una guapa muchacha que al ver la escena preguntó tímidamente: ”¿interrumpo?” causando el pudor de ambos chicos. Resultó que a la chica se le había cerrado la puerta de su habitación con las llaves adentro y necesitaba que uno de los dos muchachos consiguiera entrar por la ventana y abrir la puerta. No era nada sencillo pero Bermellón lo intentó sin conseguir más que ensuciar sus pantalones de tela negra y demorarse más de lo adecuado. Finalmente con la credencial universitaria de Rojo abrieron la puerta por fuera y el problema de la muchacha fue resuelto, aunque en el intento, los locales que los chicos deseaban visitar fueron cerrados y no tuvieron otra opción que ir a Mc Donalds y ordenar un par de hamburguesas para llevar. Se fueron al departamento de Rojo y las comieron mientras veían en la televisión un programa de emergencias policiales, todo parecía surrealista, había una calma y normalidad que no se condecía con la posibilidad de que ambos jamás volvieran a verse. Rojo recordó como el día anterior se reunieron Bermellón, Carmín y él en uno de los tantos parques de la universidad y en ese lugar, el muchacho le informó a su amiga que no volvería a estudiar el próximo año, Bermellón lloró y los muchachos se abrazaron por largo rato, mientras Rojo contemplaba la escena. Ahora ambos estaban juntos queriendo evitar lo inevitable, se durmieron abrazados sabiendo que después de aquella noche, todo comenzaría de nuevo.
Aquella mañana se despertaron muy temprano, Bermellón no tenía que ir al campus, pero Rojo sí, se le informaría si sus cuadros de la tesis, eran aprobados o no, no había nadie más citado a esa hora en el campus, así que aprovechando que el taller de pintura estaba vacío, besó a Bermellón apasionadamente. Rato después apareció el profesor Aguamarina, quién desde entonces sería su profesor guía, tras la sorpresiva renuncia de Zafiro, algo que alivió al muchacho, Aguamarina era su maestro preferido y a él le gustaba el trabajo osado de Rojo. Sin muchos rodeos, el profesor le dio el visto bueno a las obras, podría iniciar el trabajo investigativo de su tesis entonces, ambos chicos se fueron a festejar al casino y en el camino se encontraron con Calipso, una de las mejores amigas de Rojo, quien para celebrar la buena nueva les invitó los cafés y pasteles.
Calipso estaba al tanto de la orientación sexual de Rojo y supuso inmediatamente que él y Bermellón eran “algo”, jamás le había visto algún pretendiente pero le llamó la atención lo similares que eran en la forma de ser, también se enteró que el muchacho se iba de la ciudad ese mismo día y a pesar de que le dio palabras de fuerzas para continuar, el destino ya estaba escrito.
Tras despedirse de Calipso, ambos chicos fueron hasta la pieza de Bermellón en busca de sus cosas, se besaron y tocaron pero todo tenía gusto a despedida. Se detuvieron, ninguno quería recordar aquello como “la última vez”…partieron rumbo al Terminal en completo silencio, los minutos previos a que el bus partiera, Bermellón abrazó a Rojo y dijo: ”te voy a echar mucho de menos”
-Yo también - dijo casi inaudiblemente Roja a Bermellón.
Cuando la maquina comenzó a partir, Bermellón le dio un rápido beso en la mejilla a Rojo y subió. Rojo se quedó helado y vio como el chico desde la ventana se despedía. El también alzó su mano y comenzó a moverla hasta que ya no pudo ver al chico que hubiera querido amar. Quedó sólo, en una ciudad que volvía a parecerle hostil y hecha para los amantes, volvió a casa con la sensación de haberlo tenido todo por dos semanas y perderlo sin poder evitarlo, simplemente porque los finales felices gays no existen. Pensó tantas cosas, si lo volvería a ver, si sería igual de feliz alguna vez, si todo hubiera sido distinto de haberlo conocido antes, comprendió entonces que como muchas veces, estaba conjeturando de más, Rojo ni siquiera lo sabía entonces, pero lo que para él era un punto final, realmente era el aparte de una aún más fuerte historia de amor.
Fin.
Colores, primera temporada.
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