Bárbara, una chica sencilla, inteligente, estudiante de 5° año de medicina, una excelente alumna, buena hija, romántica, introvertida, llena de vida, pero llena de miedos, cansada de esperar por la aventura, se atreve a comenzar una vida nueva, luego de reprobar por primera vez un ramo en la universidad, cae en una depresión y decide terminar la estable y rutinaria relación con Leonardo, su amigo y compañero fiel, pero pésimo amante, decide hacer de su vida una travesía digna, amplia en recuerdos y alegrías. Su familia no entiende estos cambios, sus amigos desconocen a esta extraña nueva persona que se presenta en cuerpo de su fiel y tranquila amiga, se alejan. Su familia la presiona a continuar con la vida añeja, llena de polvo y oscuridad que llevaba, que se vislumbraba con excelentes posibilidades económicas, y al no tener respuestas positivas decide alejarse, y dejar que bárbara tome las decisiones que crea convenientes. Confían en su capacidad intelectual y su egocentrismo en que ella podrá tener una profesión y un sueldo suculento, que le den una vida llena de ostentación y que ayude a sus hermanos y al resto de la familia, que poco esfuerzo hacen por colaborar con estas funciones económicas. Bárbara en su silencio reflexiona, y admira mirando al horizonte a aquel ermitaño, que vive día a día tranquilo, sin deudas ni horarios que cumplir, que vive de su propia huerta, y que tiene solo un compañero perro fiel, y un ser que se apiada de su soledad y lo visita con pequeños presentes que hacen de su visita un calido abrazo. A Bárbara le agrada pintar, se sumerge en un submundo de surrealismo, de vida y de paz interior, desearía poder quedarse en ese submundo por siempre, pero debe enfrentarse a la realidad día a día, enfrentar a sus miedos una y otra vez, a parrandear con sus amigos en lugares oscuros llenos de luces parpadeantes de muchos colores, que no dejan apreciar las facciones de los bellos jóvenes que bailan en torno a una música estruendosa y rítmica. Bárbara desearía no volver a esos lugares de diversión que para ella son una tortura digna de Hitler, y no ser presionada por su familia, novios y amigos a entrar en esos antros de perdición. Desearía caminar por las calles vacías iluminadas por farolitos y por la tranquilidad del silencio eterno. Desearía poder contemplar la luna desde su cama calientita, llena de dulzura y de amor. Desearía tener un compañero fiel a quien dar amor y que la acompañe en silencio, sin demandar amor. Solo dispuesto a acompañarla. |