La vida comienza con fuerza, dolor, hambre, incluso sufrimiento, lleno de un dolor insano, anticrístico, en contra de toda moral y toda buena costumbre, siente miedo, se sienta en su banca, en la de siempre, esa, esa con palos, pintada de verde, con manchas oscuras dejadas por algún transeúnte que intentó algo sin sentido, él se sienta, enojado por las nuevas manchas en su hogar, esas que no comprendía, pero no se preocupa mayormente, ya que los cartones siguen ahí, nadie los ha robado, mira siempre hacia delante, hacia delante, o quizá hacia atrás, al lado, al lado del lado, se sienta y piensa en su futuro incierto, perdido en alguna botella quebrada en el piso que la recibió sin sufrir, como siempre, como siempre.

Logra juntar el dinero para un café caliente- bien caliente, como él mismo lo pidió- gracias a algún caritativo transeúnte que se compadeció de él, pero de pronto llega el verano, de sorpresa, se hace sentir, las aves se elevan, emprenden su vuelo hacia un rumbo lejano, él las ve partir, elevarse en el inmenso cielo, las hojas dejan de crecer, el sol sale con toda su fuerza acumulada, golpea su cara, se cubre, pero incluso así el sol le da de lleno, le molesta un poco, pero no se preocupa por que tiene su café caliente en la mano derecha, las hojas permanecen quietas, tranquilas, respirando, solo respirando, sin hacer nada más, nada más, prefieren omitir cualquier movimiento, solo respiran. Él solo observa todo esto, ve a la gente que pasa con un caminar veloz que no puede explicar, mientras le da unos sorbos al café que aún está caliente, como le gusta, el calor, suda como nunca, de pronto las hojas caen y caen, no paran de caer, se secan, el sol se esconde asustado por algo que no se entiende, y a momentos sale demostrando su poderío supremo, pero las nubes lo dominan, incluso las hojas caen y no paran de caer. Él sigue tomando su café, hacía tiempo que no sentía un café tan caliente, quizá nunca había tomado un café así, se lamenta de no haberlo hecho antes, está buenísimo, piensa, intenta recordar a la gente que le dio el dinero para comprarlo, trata de reconocerla entre la multitud, en vano, pero lo toma mientras mira caer la última hoja que intentó resistir. El cielo se cierra por completo, sin dar lugar a ninguna expectativa, ningún sueño ni esperanza, y comienza a llover, llueve como si nunca hubiese llovido, llora, el cielo sufre, está herido por alguna razón incierta, él lo mira, él café se moja, no le importa, sigue tomando mientras prende un cigarro dado por alguien que lo miró y le dio lástima, fuma y fuma, procurando no mojar el cigarro, que de seguro lo lamentaría, mientras llueve y llueve. Las aves vuelven tras un aventurero recorrido, de pronto para de llover, él lo agradece, deja los cartones a un lado, y sigue fumando, mientras saborea el último sorbo de café, y comprende que no tendrá en mucho tiempo más, se termina el cigarro, ve lo mismo, pero no es problema, ya que las flores emergen con fuerza tras una larga lucha, se impone el color, la belleza de un hermoso sonido enardeciente. El árbol estalla en su color y magnificencia, todos hacen lo mismo, lo copian y se muestran, menos él que intenta sacarle la última fumada al cigarrillo, le gana, vota el vaso y la colilla, sigue sentado en su banca, mira a todos pasar directo a los ojos, a ver si le dan más dinero para otro café y otro cigarro, las aves se elevan, emprenden su vuelo hacia un rumbo lejano, él las ve partir, elevarse en el inmenso cielo, las hojas dejan de crecer, el sol sale con toda su fuerza acumulada.

Él mendigo se alegra, simula una sonrisa, ya que sobrevivió a otro duro año.-