Las cosas inesperadas y graciosas [como verle a él/ella comerse un níspero con piel y todo, cuando le pega un bocado y lo aprieta para que salte el hueso] hacen vibrar. Son como para querer más a quien las hace, que en la mayor parte de los casos las hace involuntariamente, son como para que te entren ganas de abrazarle como a un niño o a un peluche, esos abrazos que se dan porque no se puede retener algo que está dentro, como una presión en el pecho un poco más arriba del corazón, esa misma presión que en otra circunstancia desemboca en violencia.

La violencia y el cariño no son tan diferentes.

Supongo que ambas derivan de una sensación de sorpresa e incredulidad causada por una determinada manera de actuar de otro. Cuando agrada, cariño, cuando no, violencia, ya sea efectiva o reprimida (en ambos casos). La efectiva se manifiesta abiertamente, con el cuerpo, la reprimida con rabia contenida.

Los impulsos tan extremos se acercan a su otro polo.

[Es mi amor tan profundo que al abrazarle le daño, al besarle le muerdo, al acariciarle le araño,…]