Hay cosas de la vida que nunca hablaría
porque es la vida misma la que las delata
y si voy a ser yo el que hoy las debata
traicionando el cariño de la tierra mía
y dejando de lado a los que me acompañan.

Y para ser sincero hay cosas que pienso
que sólo imaginarlas el miedo me atrapa
mientras un escalofrío recorre mi cuerpo
cuando la soledad me mira cara a cara.

Por eso quiero darle cuartelillo
a ese chiquillo que creció
arropado por las dulces garras que impone el destino.
Y es que el amor es una condición
con la que se convence al corazón
dejando callada a la razón pa sentirnos más vivos.

Y si el destino a mi puerta llama
con mirada deslumbrante como ya hizo antes
en alguna ocasión, no tenga compasión apartando de mí
a esa tierra que extraño y que desde hace años
me hace tanto daño no tener su calor, no poderla sentir.

Aún recuerdo sus mañanas de levante
juguetonas y traviesas mientras las acunaba la tarde.
Su brisa era como un llanto envejecido
que aunque se seque en la cara nunca sabes si se ha ido.

Y si por divina gracia volviera a esos tiempos
para vivir uno nuevo y borrar el anterior
traicionando a aquella infancia que sin nada a cambio
a mí me crío.

Mejor será que a este niño le contemos un cuento
que esta noche la Luna nos vuelve a buscar
pa revivir momentos que fueron tan nuestros
hoy la tierra mía es la que me delata.