Entre dormida y despierta oí la voz de un pequeño llorando. No sabía si era real o estaba soñando. De pronto el llanto se hizo un poco más claro. Paré la oreja y efectivamente, oía claramente un lamento y casi me imaginaba a un pequeño como de kinder, llorando porque se salió de casa y se le cerró accidentalmente la puerta.
De pronto volví a la realidad, y me acordé... me acordé que desde ayer tu ausencia es una realidad. No estaba totalmente iluminada la mañana, y corrí a ver la hora: 6:35 am. Apenas a tiempo para llegar a ver tu carita por última vez.
Y en efecto, allí estuve, viviendo de cerca el dolor de una gran pérdida, como la que hemos sufrido con tu partida. Tu esposa, Dulce, a la que tanto amaste, me pidió acompañarla a despedirte y allí cerquita, ella te dijo "Adiós, mi vida" y lloramos las dos, y luego las cuatro, con Marysol y Alejandra. Tan amigas como siempre, en las buenas y en las malas.
Mientras todos llorábamos, me venían a la mente mágicos momentos vividos a tu lado, juntos como una familia: los pleitos, las pedas, las risas... tu risa contagiosa y tu sonrisa literal "de oreja a oreja". Julio querido: siempre me sentí afortunada de haberte conocido. Pero más afortunada de haber podido estar a tu lado y decirte una y otra vez lo importante que eras para mí. Cuánta gente se lamenta de no haber podido decir lo que quería, de despedirse de alguien amado. ¡Te extraño tanto! |