Doy vueltas de un lado a otro de mi habitación, soy un lobo enjaulado que sólo quiere verte y mi lomo se eriza con la frustración. Estoy pronta a saltar sobre algo, lo que sea, con tal de salirme de este claustro dentro de mi cráneo. Observo a través de la ventana y sigo viendo encierro, nada es libertad excepto tú. Nada es necesidad, excepto tú. Nada es sonrisa, excepto tú. Ni nada es compañía, claro, excepto tú.
Eres todo lo que nada más puede ser, lo que busco, lo que sueña un lobo, lo que hace latir mi pecho. Pero me haces falta y contigo el sueño. Es la segunda noche que camino en círculos dentro del cajón en el que duermo sin conciliar un sueño. Veo cómo la noche transmuta a día y sigo tal o más inquieta. Mis ojos están cansados pero no estás hace mucho y comienzo a extrañarte de veras, a llamarte con fuerza ante la luna llena, a pararme quieta y correr de pronto a otra esquina. Sintiendo aguijones en el corazón lobuno, mojando el hocico con lágrimas llenas de cielo, de luz de luna que intenta abrazarme pero no la siento. Soy una loba de estepa, sola e inquieta. Una loba que quiere compartir su soledad con alguien que la comprenda y sobar el lomo erizado de ese lobo al que sin más remedio espera.