¿No le han visto? preguntaba la mujer a la gente que pasaba frente a ella, ¿acaso lo conoces tu? decía sin cesar. Mas de uno pensó que se trataba de una loca o de una nueva forma de pedir limosna.
Ayer me pareció haberlo visto vagando por las calles de la ciudad llevaba una chamarra de mezclilla negra, le decía un tipo medio extraño.
La mujer corría de un lado al otro como si con eso lograra encontrarlo, se buscaba en sus pantalones, en su bolso, en la cartera pero no lograba hallar nada que le dijera donde estaba, por momentos se calmaba dormía un poco.
Al día siguiente salió a caminar un poco mas tranquila que la tarde anterior, era lo hora del almuerzo y su estomago le exigía el pago de sus honorarios, entró en una cafetería y pidió un poco de café con dos rebanadas de pastel.
- hola – se dirigió a ella un extraño
- hola - respondió ella sin dirigirle la mirada.
- ¿y como va todo eh?- siguió él la platica
- más o menos, ando buscando – le dijo ella.
- ¿algo perdido?-
- si aja- le dijo ella sin darle mucha importancia.
- mmm, bueno me encantó hablar contigo, bye –
¡¡Nos vemos AbdelSalam!! Gritó el dueño de la cafetería.
Ella volteó la cara hacia la puerta de salida y solo alcanzó a ver una chamarra negra de mezclilla.
-¡¡¡Nooooo!!!!! – gritaba ella -¡¡¡Aaaay, tanto que le he buscado y lo tenía enfrente!!!- se lamentaba.
Se paró corriendo no sin antes arrojar unas monedas por el café y las dos rebanadas de pastel, llegó a la puerta y miró a ambas partes de la acera, no se veía rastros de él.
Se decidió ir para la derecha de la acera, caminaba entre la gente con la vista perdida, fija en un punto como si con eso lograra traerlo de nuevo; sacó de su bolso una pequeña hoja medio arrugada y con rastros de muchos besos pintados en rojo ya casi borrosa pero se alcanzaba a leer en ella el título de algún escrito :A RAQUEL, decía la hoja, siguió adelante su camino sin lograr encontrarle de nuevo.
Alzó la cara y entreabrió los ojos, la pared blanca le sugería que todo había sido un sueño, se incorporó para dirigirse a lavar la cara y acicalarse un poco el cabello negro y lacio, alcanzó a oír que la abuela le hablaba desde la cocina –Raquel¡¡¡ el desayuno está servido-
Bajó las escaleras y se sentó con la cara apoyada en mesa.
- ¡Otra ves soñando con ese tal AbdelSalam!- le recriminaba la abuela.
- Ay tita, no seas así, déjame-
- ¿Qué tal si ese tal tipo no existe o si existe sea un violador y tu lo andas buscando niña tonta- seguía con el sermón la abuela.
- ¡No digas eso tita! ¿Como crees?, se ve que es bello y tierno, además me escribió un poema- decía ella y al momento un suspiro llenó de amor esa habitación.
- ¿Cómo sabes que es para ti, a ver explícamelo?- le cuestionaba la abuela.
- ¡ay tita! ¿Qué no ves o que te pasa? aquí dice muy claro A RAQUEL, ¿ves?
La mujer solo movió la cabeza y se dijo para sus adentros que no hay nada peor que una adolescente enamorada del amor.
Raquel terminó su desayuno y se preparó para ir a la escuela, el camión pitaba anunciando que ya era la hora de partir, al subirse empezó la sesión de saludos al por mayor entre sus compañeros de clase, uno de ellos se burlaba y le decía que si ya había encontrado a su “poeta”, no le dio mucha importancia, al menos sabía que si existía y estaba en la ciudad.
Al terminar las clases se dirigió de nuevo a la misma cafetería para ver si la magia de nuevo se daba, pero para que resultara pensaba, tenía que hacer exactamente lo mismo, así que se puso a gritarle a cuanta gente pasaba a su lado si acaso habían visto al hombre de sus sueños y otra ves la gente pensaba: pobrecita tan pequeña y ya esta loquita o que mala onda de sus padres al mandarla de esa forma a mendigar.
Cuando sintió que su estomago otra ves le pedía su salario diario se alegró tanto pues todo iba saliendo a la perfección o casi.
Llegó a la misma cafetería y pidió un café con dos rebanadas de pastel
-Oye – le habló el que estaba detrás de la barra.
-me debes una taza que por aventar tus monedas la rompiste- le decía un poco molesto el dueño del café.
-si, si, si, ¿Cuánto es?- decía mientras buscaba en su monedero.
- 10 pesos-
-¡¿Qué?! , ¿10 pesos? pues ¿Qué , era de porcelana?
Miró en su monedero, solo le alcanzaba para pagar la taza y poderse comprar una rebanada de pastel, en ese momento sintió una gran injusticia el que su padre solo le diera tan poco dinero para gastar en la escuela, todo parecía perdido, la magia no se podría dar de nuevo.
-¿Problemas de dinero? – le preguntaban
-¡Ay si!- empezaba a decir con voz un tanto entrecortada.
-toma, te presto 50, luego me los das- le ofrecía aquel extraño.
- no gracias pero no debo aceptar dinero de ningún extraño- sus padres la habían educado bien.
-ok como gustes niña, bye-
- ¿Cuánto te debo, Enrique?- le preguntaba el extraño al dueño del café.
- Nada Abdel, nada, solo sigue escribiendo ¿ok?
Le dio las gracias y salió de nuevo de la cafetería, ella no lograba salir de su asombro, otra ves estaba junto a él y no le había hecho caso ¡¡y le había ofrecido hasta pagarle la cuenta!!, se dio de topes sobre la barra no sin recibir la mirada perpleja del dueño que también pensaba que de seguro sufría algún tipo de trauma o de enfermedad mental.
Corrió y no lo podía creer cuando su rostro encontró como freno el dorso de una persona que vestía una chamarra negra de mezclilla.
-¿estás bien?- le dijo AbdelSalam
-¡¡¡siiiii!! – le gritó casi al mismo tiempo que le rompía los tímpanos y se abrazaba a su cuello.
-A mi también me da gusto verte- le decía en forma irónica el.
- Mi vida, te he buscado mucho tiempo- le decía la mismo tiempo que rodaba una lágrima por su mejilla.
-¿Ah si? ¿y eso, para que soy bueno?-
-Ay Abdel, tu eres bueno para todo- le decía con un aire de picardía
-Jajajajajajaja, que cosas dices niña- reía
Una ves pasada la emoción del encuentro se pusieron a platicar y a tratar el de entender lo que la niña a gritos le contaba y le agradecía del poema, fue entonces cuando tuvo que decirle la verdad de aquél poema escrito con el nombre de A RAQUEL.
-mira niña, ese poema está escrito para otra Raquel pero si te gusta es mas tuyo que de ella-
ella sonrió y le dio un beso en la mejilla, la búsqueda angustiante había terminado por fin lo había encontrado, ahora si el poema le pertenecía y había ganado una bonita amistad.
Regresó a casa con la alegría de que por fin tenía lo que quería, al acercarse a la mesa puso con cuidado en el respaldo aquella chamarra negra de mezclilla que él le había obsequiado.
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