Caracol despistado
condenado a suplir la falta de cerebro
con hierbas.
Cieno que pudres
el olor de las flores
que fallecen cada día
entre mis brazos.
Luz en las esquinas
que esquivó el padre nuestro.
Tantas y tantas mujeres
que dan la vida
a cambio de unas monedas.
Vinos de mal vivir,
hechos con la fantasía
de la noche de un capullo en flor.
Cientos y miles
de tiernos momentos,
de tiernas sensaciones,
y de almas que se pudren sin mi ayuda.
Noches de soles fríos,
de cálidas despedidas sin retorno,
de rechazos sin futuro,
de abrigos sin abrazos.
Nombres que caminan
en la ausencia del reino prometido
en la ausencia del amigo
que no vino a tomar esta noche contigo.
El último Bourbon
que sirvió el camarero,
antes de terminar la carrera de derecho.
El penúltimo tango
en la isla de las cabezas cortadas.
El primer libro que acabaste
antes de empezar a imaginar.
La rubia que te esperaba
en pirámides de arena,
en playas forjadas
con la sangre de los dioses.
Y tantos domingos
que me faltan por cumplir,
y tantos abriles
que en mayo olvidé.
Y tantos escritores
que escriben sin saber
leer ni escribir.
Y ciertos lamentos
que olvidé recordar.
A todos dedico hoy
mis sonrojos,
mis ansias de duelos al sol,
de tierna lluvia salpicando
a otro que no soy yo.
A todos vosotros
que os admiro y os odio,
que me place vuestra palabra,
y me irrita vuestro discurso,
que me atrae vuestra compañía,
y me molesta vuestra presencia.
A todos aquellos
que algún día
invocaron mis gozos,
plegarias o alabanzas,
A todos os invoco,
en el camino que escogieron mis pasos.
Seguiré echando a ustedes de menos,
la escalera de mano os conducirá
al estómago hambriento que os devorará,
a la última caja que el trastero esconderá
con el resto de las cosas que me importan.
La cajita de música ha dejado de sonar.
A cal y canto, cierro los caminos
que un día toparon con los míos.
Porque os quiero,
a todos
a todos
a todos
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