CUENTOS 1 – SUICIDIO INVOLUNTARIO
En ese árbol caído hay un espejo. Bajo su sombra me suicide. Yo no quería hacerlo lo juro, fue involuntariamente. Si, un suicidio involuntario. Tope con el por casualidad. Apareció de repente, de la nada. Acercándome lentamente, note el extraño resplandor que este producía. Me mire por un rato en el, me arregle el cabello. Mis piernas me dolían de tanto andar, me senté a descansar, bajo aquella sombra. El viento empezó a soplar, las hojas a agitarse. De pronto todo callo. El silencio hizo voltearme y ver de frente al espejo. Mire mi reflejo, inerte. Moví mi cabeza, a la derecha y a la izquierda, el reflejo me seguía. De pronto dejo de hacerlo y me miro a los ojos. Hizo una mueca parecida a una sonrisa. “¿Qué quieres?” le pregunte. Sus labios articularon seis palabras. ¿Qué no es obvio? Quiero matarte. Su mirada no se apartaba de mis ojos. Con inmenso placer examinaba mi alma. “No déjame, no” Seguía sonriendo. Articulo algo más. No eres nada en este mundo, eres un inútil. Yo, me retorcía de dolor. Él, se carcajeaba de placer. Su cara, dejo de ser mi cara. Se transformo, en mis pesadillas. “Detente, detente por favor, déjenme en paz” No dejaba de cambiar de una pesadilla a otra. No sirves para nada suicídate, asesínate ya. Empecé a perder el control de mi mismo. Golpee el espejo haciéndolo pedazos. Se hundieron en la tierra, salve uno. Manchado con mi sangre como estaba, lo lleve a mi muñeca. Sentí como el vidrio penetro mi piel y sentí placer. Lo repetí varias veces, para asegurar mi muerte. Mi cuerpo se desplomo, pero yo todavía seguía ahí. Voltee a ver mi cuerpo. El trozo de vidrio manchado con sangre. Podía aun ver su boca, todavía reía. Esperaba ver alguna luz. No veía nada. Solo su boca riéndose de mí sin parar. En ese árbol caído hay un espejo. Bajo su sombra me suicide. Yo no quería hacerlo, lo juro, fue involuntariamente. Si, un suicidio involuntario. De mi cuerpo ya no queda nada. Mi alma todavía no puede soltar el trozo de espejo, que aun se burla de mí.
CUENTOS 2- Leña fresca
Sucedió un sábado, salían por primera vez a bailar, tenían catorce años, pero como eran altos, pasaron por dieciséis. Ambos estaban muy desorientados y temían parecer novatos, aunque lo fueran pretendían ocultarlo. Jorge ya tenía a medio maquinar la hazaña, pero aún no se animaba a realizarla, se sentía inseguro y desprotegido en ese lugar, hasta que vio acercarse a su vecino y cobró de pronto inusitada audacia en su compañía. Entonces volvió los ojos a Luis, que se sentía cada vez más cohibido. “Sabés, Luis, hay alguien que quiere conocerte” le dijo, e inmediatamente después se aplicó en detallar lo bueno que sería si el conocía a esta muchacha, pues ella quería conocerlo y lo adoraba. Luis abrió grandes los ojos y se alienó del lugar que lo había oprimido hasta ahora, cada vez se sintió más libre, más motivado y suelto. Jorge lo incentivaba para que se aproximase a Mónica, la cual se encontraba sentada en la barra del pub rodeada de otras chicas que parecían estarla enterando de algo que a ella le hacía mucha gracia.
Como Luis puso peros, de los más variados y sobre todo de los más obstinados, Jorge se vio obligado a exagerarle las virtudes de la chica en cuestión para ver si lo persuadía, enamorándolo, de que se arrimase a ella. Después de un rato bien largo, durante el cual Jorge había edificado a un ser angelical, bellísimo y suave como la seda que, además, se hallaba perdidamente enamorado de su amigo Luis, lo tenía a éste en vilo y era capaz de hacerlo estrellarse contra la mismísima muralla china si ese fuese su objetivo. En fin, que Luis estaba obnubilado, le temblaban las manos, pero no era de hombre quedarse sentado ante una dama, le había ahincado Jorge; así que se levantó por fin, hizo un amague que a Jorge le impresionó, pero reculó, se abatató. Entonces por detrás: “Vamos, Luis, nada más tenés que invitarla a bailar, que ella está ciega por vos y eso es lo que hace uno cuando una mujer lo persigue” Instado de esta manera, el irresoluto y tímido Luis hizo de tripas corazón, apechugó, y con un paso oscilante se presentó frente a la ronda de amigas. Todas se callaron instantáneamente y lo miraron como se mira a un saltamontes. “Tengo que invitarte a bailar” tartamudeó, “quiero invitarte a bailar”, rectificó, pero las otras a duras penas contuvieron la risa. Una de ellas dijo a otra, reconociéndolo: ”¿che, este no es el amiguito orejón de tu hermanito?” Estallaron en risotadas. El Luis enarbolado devino en despojo, en mera sombra de árbol caído.
Minutos después Jorge recibió la consecuencia física del agravio que acababa de experimentar Luis. Pero este torpe desquite no debió de bastar para una redención, pues Luis jamás volvió a buscar a Jorge. Las consecuencias para él debieron ser más extensivas en su vida, y más graves que unas cuántas piñas mal dadas sobre la cara de un amigo cuando deja de serlo.
CUENTOS 3 - HACER LEÑA
Hacer leña. Es el trabajo. Cortar, trocear, partir, quebrar, es el trabajo. No hay sombra. No hay sombra que valga. Mereciera otro honor y el árbol, ante la pujanza del viento, como estaba podrido. Como no supo resistir la riada el árbol, acreditó lo que se obtiene tras renegar de sí mismo. Consonantes y vocales acaban desmenuzadas a merced del fuego en el hogar. Es el trabajo. Sudamos, consentimos y de lo que hubo no queda ni la sombra. Es del trabajo. Porque el árbol es digno mientras es árbol. Su trabajo es su gloria siempre y cuando ser árbol no sea otra cosa que ser árbol por el árbol mismo. Así, un gigante caído pierde su sombra. Y una sombra es la indulgencia del gigante. Una sombra sobria es el recto argumento que comienza y termina en un abrazo. Una sombra es el rastro, la señal. Pero no hay sombra salvo en la frente de quien reconoció la fronda arrebatada por la brisa. Una silueta viva. Un latido con ramas y hojas. Pero no hay árbol. No hay sombra. Solo leña. Es el trabajo. Porque un árbol no es el bosque. El pinar, por ejemplo, obra a favor de la sombra común. Caen sus hijos, caen sus padres, y las madres que quedan hacen de todos los árboles una misma sombra. Una sombra que es la sombra del árbol solo. Un árbol que no es árbol sin su sombra. Retírase el sol y la misma oscuridad ampara la sombra que a esas horas duerme. ¿Y sueña la sustancia? ¿Tiene deseos la sombra? No hay alma pero hay reflejo, identidad adicional, no aura, valor, poder, inteligencia que se muestra. Sin embargo hoy no hay sombra. Es el trabajo.
CUENTOS 4- BAJO LA SOMBRA DEL ARBOL CAIDO
¿Has visto, Anita? A veces son mentiras eso que las mentiras tienen patas cortas… aunque ahora que estás en el “Mas Allá”, lo estás descubriendo…
Pasamos más de 50 años de matrimonio, fuimos muy felices con un gran pasar y que nos permitió comprar esta Estancia. Pero todo se desplomó cuando desapareció Josecito… hace casi 20 años ya. Algo nos faltó y nos dejó un enorme vacío.
Y esa fue mi mentira, que más que mentira te lo oculté por el resto de tu vida: Que el día que cayó el árbol por aquel rayo, y que dejamos porque armonizaba el paisaje, ese mismo día me llamó Oyola, te acuerdas? El amigo del doctor Ansaldi… el que trabaja en la morgue, porque creía haber encontrado a Josecito. Cuando fui, no destapé el cadáver, solo vi que tenía el reloj que le reglaste la navidad anterior. Nunca te lo quise decir… en realidad nunca supe como decírtelo. Me dio mucho miedo, ya te veía mal… preferí que vivieras con la esperanza que algún día volvería. Lo hice cremar y lo sepulté bajo el árbol caído.
Y qué cierto eso que las mujeres tienen intuición. Porque es el lugar que vos elegías para leer, pensar y descansar… a pocos metros de donde estaba José.
Y aquí me tienes, Anita… cumpliendo mi palabra ante tu pedido de que cuando esa maldita enfermedad terminara contigo, te sepultara al lado de este tronco.
Mientras lloro cubriéndote de tierra , me despido hasta dentro de poco… no pasará mucho tiempo para que nos encontremos los tres nuevamente... aquí, Bajo la Sombra del Árbol Caído.
CUENTOS 5 - El Coloso
Cuántas tardes pasamos trepados a su tronco lleno de nudos, hamacándonos en sus ramas fuertes. Coloso imponente en medio del patio, fue el refugio seguro cuando los líos eran demasiado serios y en tropel escapábamos al castigo para escondernos entre las hojas.
Después de la gran tormenta y al verlo tirado en toda su enormidad se nos oprimió el corazón, estaba muerto, desgajado.
El abuelo había decidido terminar el trabajo que la naturaleza había empezado, empuñando el serrucho dispuesto a cortarte en mil pedazos y convertirlo en leña para la salamandra del comedor.
Sin palabras, sin acuerdos previos nos interpusimos e hicimos una rueda en su derredor, protegiendo lo que quedaba de él. Chiquilines con caras sucias guardianes de sus restos.
Al paso de los días, su vida dio vida, y a la sombra del árbol caído, brotaron hongos de cien formas y colores, el tronco se secó y flores silvestres se nutrieron de su corteza descompuesta.
CUENTOS 6 - La sombra del árbol caido
Caminaba por el parque y vi un árbol caído, su sombra ahora era pequeña, pero igual albergaba a una perra y sus hijitos, la cual había echo un hueco y se había acomodado muy tranquila. Yo pensé, que poca sombra damos cuando estamos caídos, y cuanta cuando nos erguimos y protegemos a nuestros pichones; Así le pasa a ese árbol que antes albergaba a cuanto ser se arrimara a el, con su sombra enorme y su frondosa copa fue testigo de tantas cosas, de nidos de pájaros, de volar de pichones, de colmenas que daban dulce miel, hormigas que iban y venían alimentándose de sus hojas, palomas que se ubicaban en la cima, y además vio familias que se sentaban debajo de su sombra, en sus sillas playeras tomando mate y hablando de sus cosas, y niños jugando en derredor, su historia es tan grande que no entraría en una página, cientos de años soportando vientos y tormentas y soles intensos que lo mortificaban y avejentaban.
También se distinguen iníciales y corazones que dejaron testimonio de su amor, novios que ya ni existirán, y algunos unidos en matrimonio, ya con nietos que habrán jugado también bajo su sombra, ahora yace inerte sobre el césped, sus raíces ya secas por el tiempo no alimentaban mas la sabia que corría por torrentes cuando el era joven y reverdecía sus hojas y hacia brotar sus ramas y flores. Ahora quedó su recuerdo y no lo moverán, ni harán leña de el, servirá para que la gente se siente sobre el a descansar ,y en su fresca penumbra aunque pequeña, todavía protegerá a esos seres sin dueño, y a pequeños que jugaran a la escondida, bajo la sombra del árbol caído
CUENTOS 7- SOMBRA DEL ARBOL CAIDO
Hacia mucho calor, esta cansado, muy cansado, le cuesta una enormidad recuperarse de los acontecimientos de los últimos días… duda si podrá…
Quizás por eso, con paso lento se fue hasta su viejo y querido árbol, con el había jugado de chico, guardo sus secretos de adolescente y sus llantos de hombre, solo él los compartió, no era de hombres llorar, le enseñaron cuando chico… y el siempre fue un hombre.
Como a él, también lo han vencido los años y las tempestades, ahora su grueso tronco reposa sobre la tierra, sus raíces al aire, le proveen el agónico alimento que dispone su brazo poblado de las únicas hojas que le quedan.
Se sienta dificultosamente, apoyando la espalda sobre el tronco.
Levanta las cejas, su ser repasa las cosas que lo preocupan y su cara refleja.
• Ya esta próxima nuestra hora… pero tenemos suerte, nos vamos juntos – dice volteando la cabeza al dirigirse al árbol
• ¿Ya preparaste la valija?
• Nos iremos con poco equipaje, dejamos todo lo mejor que teníamos en esta tierra, nuestra tierra…-afirma mientras palmea el suelo duro-
• Me llevare los besos de mi madre, los abrazos de mi padre… el amor de la primera noche con Magdalena… la sonrisa de mi hija, cuando dijo Papá… los golpes de mi hijo, jugando en tus ramas…
• Nada que no quepa en un dedalito…
• ¿Y vos que te llevaras?
• El canto de los pájaros, la voz del viento, el roció… el aroma de las flores y el pasto…- la voz baja hasta solo ser un susurro pasa a ser la del árbol-
Así se quedan los dos…
Charlando con la voz del silencio compartido, cuando la noche los encuentra, rememorando, en ese mundo intermedio donde el alma sale a compartirse una con otra..
• ¡¡Don Arturo!!
Los peones llaman.
Han buscado desde que se vio que no durmió en casa.
• ¡¡Pablo…veni!!
Apresura el paso…
Allí está, bajo la protección del árbol caído, a la sombra de sus hojas, ahora secas, que lo cobijan cubriéndolo amorosamente.
Casi una pálida sonrisa, asoma entre las arrugas del anciano rostro…
Ya se fueron…. Juntos.
CUENTOS 8 - La sombra en el río seco
El periodista había trabajado 45 años en el Suplemento de Policiales del diario más importante de la región. La fama de sus notas trascendió hacia todo el país gracias a su estilo punzante y particular. Con edad suficiente como para haberse jubilado hacía tiempo, frente a su negativa a abandonar el oficio, debió conformarse con una pequeña participación en un apartado menor: “Curiosidades y otras yerbas”, que le asignaran como reconocimiento a su invalorable experiencia.
Cierto día recibió el llamado de un primo residente en el interior de la provincia que aseguraba tener una historia importante para contarle. Viajó con poco entusiasmo y menos expectativas.
En la terminal el pariente lo recibió con sencillez y afecto campechanos. Ya en la camioneta, camino a la casa, le anunció:
- En el río seco se produce un milagro.
Ante el impulso del periodista por preguntar, lo detuvo con un gesto y prosiguió pausadamente:
“Desde que los habitantes de la zona tenemos conciencia, un único árbol crecía junto al río seco, a la altura de la escuela. La sombra se estiraba sobre el lecho de piedras, parecía una oscura calle uniendo las orillas; es por allí que se cruza desde siempre.
Pero cada vez que, por el deshielo, el cauce se llenaba de agua, resultaba imposible pasar.
En una de esas tormentas en que el mundo parece acabarse, el inmenso árbol cayó, el tronco atravesó el río a lo ancho y su extremo se apoyó en la margen opuesta.
Nadie le dio importancia hasta que en una crecida descubrieron que podía oficiar de puente y desde ese momento ningún alumno faltó a clase por culpa del río. Pero el agua -¡sabemos cómo es el agua!- fue pudriendo la madera y el regalo de la tormenta se perdió tan naturalmente como había llegado.
Volvieron los lamentos porque en cada crecida muchos niños no estarían en las aulas. Cada uno a su modo, cuando llegó el tiempo en que el cauce del río se llena, rogó para que eso no ocurriera, pero ocurrió, el agua se sacudía en un torrente encrespado.Hubo que resignarse.
Una mañana el maestro vio llegar a los alumnos de la otra orilla, y al grito de ¡“Milagro, Milagro”! llamó a los vecinos.
Yo lo vi, misteriosamente, una mancha cruzaba el río y se transformó en pasaje entre las orillas. Y desde entonces, con cada crecida surge la sombra del árbol caído y se transforma en puente. Esta es la época en que ocurre “El Milagro”, lo podrás comprobar”.
Con incredulidad el viejo periodista fue testigo del portentoso suceso. Una franja firme como el tronco del árbol, ancha, oscura como su sombra, cruzaba el agua, pudo caminar sobre ella.
Regresó a la capital con el corazón palpitante, se sentía pletórico, como en sus mejores años de trabajo.
Al leer la nota el director del diario sonrió comprensivo, le palmeó el hombro y la guardó en el escritorio.
Pensó:
- Pobre viejo, ya nadie cree en milagros.
CUENTOS 9 - Enormes tomates púrpuras
Minutos antes de las piedras había estado paseando su mirada desde los pechos exagerados hasta la bolsa de tomates. Ah! cómo aborrecía a esa mujer! Treinta años juntos y todavía no sabía por qué seguía a su lado. La miraba con desprecio: era una caricatura. El rostro disfrazado con toneladas de maquillaje, el cabello teñido de “rojo violín”, los labios pintados de un carmesí violento y para colmo, las siliconas en los pechos! Su mujer estaba loca, sí.
En el viaje de ida, al menos pudo relajar mente y vista observando el paisaje, pero el de regreso era nocturno, entonces padecía la imagen que tenía enfrente y el parloteo constante. Cerró los ojos y recordó haber visto un árbol caído al costado de la vía, lo sorprendió la extraña sombra que derramaba sobre el pasto, desvanecida pero extensa. No pudo evitar sonreír imaginando ver al esperpento parlanchín tirado sobre esa sombra. Inerte, si fuera posible.
Las vacaciones resultaron, como siempre, angustiantes, terroríficas, la familia de Susana era tan ridícula como ella, por suerte habían terminado y volvía a su ansiada rutina laboral, al menos no tendría que soportar a su mujer todo el día.
Y esa bolsa de tomates... Era tan necesario traerlos? “Me los regaló mamá, de su propia quinta, son exquisitos y enormes!” Pese a la temperatura controlada del vagón, ya estaban comenzando a expeler el olor fermentado y repugnante que anunciaba la inminente podredumbre. O lo emanaba Susana? No estaba seguro.
_Amor, voy hasta el salón comedor para ver si ya está lista la cena.
Y se fue, llevando con ella la bolsa como un tesoro invaluable. En cierta forma agradeció, el hedor lo estaba descomponiendo. La veía alejarse y una oleada de malas intenciones parecía hacer el camino contrario. “Por qué no descarrilará el tren y te hacés puré de tomates, vos también...”
Dos segundos después de que Susana desapareciera por el pasillo, la lluvia de piedras. Pudo verlas caer como gotas mientras se aferraba de cualquier lado tratando de mantener el equilibrio.
Pandemónium. El tren había atropellado a un toro que paseaba sin apuro por la vía y descarrilaron tres vagones. En el primero estaba el salón comedor.
Ya amanecía cuando Roberto, mareado por los golpes y el shock, caminó como sonámbulo contemplando la tragedia. Pedazos de cuerpos por todos lados. Absoluta desesperación. Su pie pisó algo blando: una nariz, el dueño quién sabe dónde estaría. Aterrorizado, comenzó a correr hasta tropezar con un tronco y cayó de bruces. Se desmayó. Al volver en sí reconoció el árbol que viera unos días antes -y en el que imaginara a Susana-, comenzaba a extender una sombra tenue, Roberto la siguió con los ojos y lo primero que vio fueron dos tomates, un poco aplastados, pero aún conservando el color púrpura, “qué increíble, cómo se salvaron?”. Estiró la mano para asirlos y por primera vez experimentó la consistencia de una prótesis
CUENTOS 10 - la inspiracion buscada
Era tarde, y me encontraba vagando por el bosque de pinos buscando un buen lugar donde escribir. Siempre necesito un bello cito para avivar la inspiración, aun que no soy muy bueno en esto de depositar mis sentires en papel pero lo hago con el corazón y eso es valido… creo.
Mi marcha era de pasos lentos y cortos para no perder ningún detalle del paisaje. Observaba las pequeñas plantas verde esmeralda, las flores de diferentes matices que se escurrían entre los pastos dando ese toque poético al suelo y el canto de las aves me guiaba a adentrarme cada vez mas entre la naturaleza.
Todo era hermoso pero, nada me llenaba el alma de inspiración y mucho menos cuando buscaba un rincón en donde mi pecho liberara tristezas, donde pudiese dejar fluir el agobio que me encadenaba después de que ella partió.
Al fin la noche copo los cielos y sacando una linterna de mi mochila continué buscando entre los ruidos de la oscuridad asechante mi lugarcito de desahogo. De pronto note en la distancia un gran bulto entre los lejanos matorrales, mi atención fue cautivada por completo por esa figura y, sin mas que curiosidad hacia ella fui.
En el camino me tropecé, supongo que con una rama y la linterna callo al suelo dirigiendo su fulminante luz en dirección a la figura que tanto me atraía, fue así que vi ese árbol caído y su sombra se proyectaba como fiera amenazante sobre el suelo.
Por fin encontré el lugar y la inspiración a causa de un tropezón llegue a mi musa del día, “la sombra del árbol caído”
CUENTOS 11 - La sombra del moribundo
Lo primero que observó al salir y mirar al cielo, eran esas nubes, nunca había visto unas tan oscuras. Sentía que debía dirigirse hacia esa enorme figura acostada en el suelo. A medida que se acercaba la figura se hacia mas reconocible. Era un árbol tumbado. Alguien lo había derribado, los brutales hachazos acabaron con aquella criatura viva, la asesinaron, fue un homicidio y el estaba en la escena del crimen. Pero no, aún respiraba, los resoplidos, aunque leves eran audibles. ¿Podría el hacer algo todavía?, ¿podría saber quien fue el culpable? ¿Llevarlo ante la Justicia? Pero, algo turbaba su visión, era la sombra del árbol caído. Trataba de fijarla, pero era negra, tan negra que no encontraba forma de discernir su profundidad. Sentía el impulso de tocarla de poner su mano allí, era como la atracción por oleadas de un imán, oleadas acompasadas con el respirar del pobre árbol. Y era irresistible, de modo que se montó y acostó boca abajo sobre el tronco mientras dejaba que una de sus manos fuera guiada hacia uno de sus costados, hacia la sombra. Se arrepintió, porque su mano dentro de la sombra, comenzó a chapotear en un líquido espeso como si tratara de atrapar algo allí, pero su mente aterrada le decía que no lo hiciera. Y ya no podía despegarse del tronco, su corazón latía agitado al compás de esa respiración moribunda y como para aumentar su desesperación su mano atrapó algo, dirigió su vista hacia ella y con la boca abierta observó lo que era: un hacha, es lo que tenía en la mano, un hacha chorreando sangre, bañada en sangre. Quería soltarla, quería salir, quería correr pero no podía. Su horror aumentaba a medida que sentía oleadas de odio, resentimiento, dolor dirigidos a el, provenientes del tronco. Y lo que era peor aún sentía que quería tragarlo, hacerlo parte de el, de su dolor. ¡Quería decirle algo, eso, quería decirle algo! No quería oírlo. Pero a medida que sentía hundirse en el, todo el resentimiento, odio y dolor provenientes del árbol retumbaría en sus oídos y en su cuerpo. Una voz inhumana y gutural le grito:
- ¡¡¡TU!!!
- ¡¡¡Nooo!!! – gritó, dando un salto en su cama.
Le costó recomponerse un buen rato, mientras el alivio de saber que los horrores de una pesadilla no pueden llegar a la realidad, le permitía ubicarse mentalmente en su cuarto.
Ya era de día y le esperaba una jornada dura. Tenía trabajo que hacer, trabajo encomendado. De modo que luego del desayuno, salio de la cabaña, tomó el hacha su herramienta de trabajo y se dirigió a sus labores.
Allí estaba el viejo árbol, cerca de la cabaña.
Llegó hasta el, miró hacia el cielo, hacia esas oscuras y amenazantes nubes.
Suspiró y sacudió la cabeza recordando el sueño, en fin, solo sueños, pensó.
Se acomodó en posición, tomo impulso y asestó el primer hachazo en el tronco de aquel viejo e inofensivo árbol.
CUENTOS 12- Sombra del árbol caído.
Exactamente hace siete meses, que mi querida Ana partió al cielo. Un profundo dolor dejo mi alma vacía por esos días.
Llore amargamente, días y noches enteras; sin encontrar explicación a tanta injusticia. Mil preguntas azotaban mi cabeza y sus latigazos partían mi alma en jirones. Me enoje con Dios, con la muerte, con la vida, con tanto dolor en vano. También con ella por haberme dejado sin amparo, sin el respaldo de su amor incondicional.
Muchas noches de insomnio, rogué al cielo para que viniese a mis sueños. Pero nada, solo dolor, desolación en mi alma vacía.
Nunca mas pude visitar su casa, solo por medio del teléfono supe de Ita, su mama, y de sus hijos Adrian y Rodrigo. Y de Ariel, que a pesar de la distancia, fue con quien mas me he comunicado; el vive en España y mantuvimos contacto a través del chat.
Llego diciembre, tiempo en el que ya mi cuerpo comenzó a mejorar sus dolencias, tiempo de descanso laboral, pero... mi alma seguía desolada.
Rea hora de partir al mar, a ese lugar en el que encuentro paz cada año.
Al llegar y conectarme con ese mundo, llore sin consuelo. No encontraba mi alma sosiego.
La arboleda añeja del lugar, se encontraba tan triste como yo, por causa de la sequia.
Los invisibles, que datan de cien años, lloraban la ausencia del agua.
A pesar de ello, uno de los más añejos, que casi toca su nariz con el piso, resguardado y cuidado especialmente por Humberto (el dueño de la propiedad) daba su sombra amigable, su sombra a la hora de la siesta.
Dispuse una lona debajo de el, imposible poner una reposera, no hubiera cabido. Me recosté debajo de el y me dispuse a leer el primer libro de tantos que había llevado.
En realidad solo logre leer el titulo: Lecciones de vida. Mi cabeza hizo un clic, y de pronto, la voz de Ana comenzó a retumbar en mi cabeza.
No estés triste, aquí estoy, nunca me he ido. Esperaba que te recuestes a la sombra de este increíble invisible, solo para decirte, que siempre, siempre estaré contigo; no llores si me amas yo soy feliz. Estoy muy bien en este lugar y desde aquí, así como esa sombra del arbola caído, te cobijare y acompañare siempre.
Una profunda emoción inundo mi alma y mi rostro se baño con un rio de lágrimas.
Allí en ese instante, en ese lugar que tanto amo, Ana me devolvió la paz.
Mire el árbol, agradecí su sombra y su cobijo, aun caído y viejo, el tenia magia.
Allí descubrí, una vez mas, que el amor, el sentimiento sublime por excelencia; transciende este mundo finito.
De pronto, la voz de Humberto me trajo a la realidad, ¿viste nena? Este invisible si que es el árbol caído de los milagros; es el que mejor sombra prodiga.
Me seque las lagrimas, solo mire sus ojos celestes, y le dije: si Humber, ya lo creo los milagros si que existen.
CUENTOS 13- EXTRAÑO SUEÑO
Fue una tarde de enero. Ese día regresaba a casa como lo hacía desde hacía años en horas del atardecer.
Salí del trabajo y caminé varias cuadras ya que no tenía deseos de viajar en subterráneo, seguramente el aire iba a estar recalentado y viciado en esos túneles húmedos y profundos de la gran ciudad, y por los que ya habían viajado en ese mismo día, tal vez millones de personas. Además, quería pensar, los días que había estado pasando en lo últimos meses habían sido difíciles, quería cambiar mil cosas pero no me atrevía.
Esperé, logré subir a un tren abarrotado de gente. En la primer estación se liberó el asiento junto al que estaba parado y sin mirar siquiera si había alguien con necesidad de ocuparlo, dejé caer en él mi cuerpo agotado.
Cerré los ojos y me sumí en un extraño sueño.
Soñé que caminaba por la vida y sentí la necesidad de cambiar rumbos. Me alejé del camino y sin quererlo, me encontré en un desierto, estaba solo.
Ni amigos ni familia, no había nadie. Las aves no cantaban, miré al cielo y las había volando. Se borró por completo todo rastro de vida, quedé muy solo. Estábamos tan solo yo y mi alma.
Comencé a caminar desconcertado, ya extrañaba, me faltaba el ruido, las voces, los árboles, no podía seguir, estaba exhausto, la noche me alcanzó y sin darme cuenta mi cuerpo cayó desmoronado.
Desperté bajo un sol ardiente del verano y sin refugio para evitar la muerte busqué la única sombra que había y era la de un viejo árbol caído pero tan solo me sirvió por unas horas.
Lentamente el sol se mudaba y al hacerlo dibujaba en el suelo extrañas sombras. Eran como un mapa repleto de caminos que se unían entre si o se cortaban abruptamente. Algo me dijo en mi interior que siguiera esos trazos, que alguno de esos caminos me ayudaría a volver atrás mi aventura.
Elegí el más largo, me pareció ideal, encontré que se correspondía con el tronco, y al terminar de recorrerlo me di cuenta que el árbol quedó atrás como diciendo:
- No te quedes conmigo, ya estoy muerto…
Reencontré mis huellas en la arena y desanduve el camino recorrido.
Desconocí el lugar, luces, y aparatos emitiendo sonidos agudos, creí reconocer familia y amigos.
Solo alcancé a escuchar la voz de alguien que vestía de blanco:
- Tranquilo, descanse. Estará bien, esto ha sido producto del agotamiento, me dijo.
El tren llegó a la última estación, era mi destino. Me desperté y comencé a caminar hacia mi casa. Todo lo soñado parecía tan real que me propuse comenzar a vivir la vida de otro modo.
No quería parecerme al árbol que me había salvado la vida en ese sueño, yo prefería morir de pie, como realmente mueren los árboles.
CUENTOS 14 - Después
Después de dos semanas, habiendo realizado las pruebas necesarias y corroborado que podían dejar el soporte de vida, salieron a la superficie.
M29/12 sintió una quemazón en todo el cuerpo y claridad que la enceguecía, ajustó en su nuevo traje el sistema controlador de temperatura, calzó los lentes y comenzó a caminar.
La devastación fue casi absoluta, a pesar de estar muy al tanto de las consecuencias, su corta edad no alcanzaba a mesurar semejante desastre, ahora el sol era amo del lugar que antes fuera dominado por la noche gélida y a la que tan acostumbrada estaba. Lloró. De pena, temor, lástima, impotencia. Cómo sobrevivirían? F32/52 se acercó a ella y trató de contenerla, pero su abrazo era un cúmulo de miedo, todos estaban en la misma situación, los mayores, aunque no emitían palabra, deambulaban por el terreno como vagabundos tratando de asumir una realidad que muy lejos estaba de favorecerlos.
Aún estallaban en sus oídos las sirenas de alerta y esa voz disonante anunciando “2 minutos para la colisión”. Qué hermosa había sido su infancia hasta ese momento! Las lágrimas empañaban sus lentes y el guante, tosco, lastimaba los párpados. Antes, en la oscuridad perenne, solía escapar de su casa para hacer flores de hielo amparada bajo las ramas de los árboles, esos mismos árboles sobrevivientes al primer choque –del que tanto hablaran sus abuelos- y que supieron continuar la subsistencia como únicamente pueden hacerlo aquellos que tienen demasiada esperanza. Pero ya no quedaba nada.
Miró a lo lejos y, vaya sorpresa, descubrió algo impactante: sombra. La sombra provenía del árbol donde tantas veces jugó, ahora caído y convertido en un revoltijo de ramas calcinadas. Se acercó a él y una vez allí, inconcientemente extendió los brazos. Observó el dibujo de cruz que ella misma formara sobre el piso. Cayó de rodillas, el desconsuelo era abrumador. Estuvo un rato así, hasta que el densiómetro reflejó exceso de radiación, debería volver al soporte de vida. Se puso de pie sin ganas y fue allí cuando un resplandor atrajo su interés, parecía emerger debajo de lo que supuso, habría sido la parte más robusta del tronco. Escarbó separando cuanto pudo los restos hasta que por fin la distinguió: era una rosa. De hielo.
CUENTOS 15 -Sombra del árbol caído
Debe haber comenzado al atardecer, como suele pasar con las tormentas de verano y se prolongó por casi dos horas de viento, granizo y lluvia torrencial. Cuando por fin se transformó en una garúa suave y agotada de tanta furia, ya era noche para salir a ver los daños, así que creí sensato revisar goteras y sacar el agua que se había colado por debajo de las puertas. Cuando logré poner en orden las cosas, me fui a dormir hasta el otro día.
Temprano salí a ver los daños. Ramas caídas, un reguero de hojas machacadas por el granizo, algunas tejas partidas y la más grande sorpresa que pude tener. Sobre la loma que llevaba al camino, derrumbado sobre su tronco y con las raíces arrancadas de la tierra, la tormenta había dado cuenta de paraíso gigante.
A la luz blanquecina del día todavía nublado, las ramas partidas se entremezclaban con las todavía sujetas al tronco, en un garabato indescifrable. La casita de madera que tanto trabajo me había llevado construir en mi infancia, estaba aplastada bajo la maraña, convertida en tablas destartaladas.
Lo rodee hasta que pude acercarme al tronco y me trepé para caminar sobre él como antes había trepado. Llegue a la horqueta principal, bajé hasta las raíces y sentí el profundo olor de la tierra mojada mezclado con el de la madera desgarrada.
Me quedé callado y lamenté al paraíso gigante que creció conmigo. Volví a la casa a empezar a solucionar los daños y aparté la idea de llamar a Varela para que lo redujera a leña.
Al medio día salió el sol y el calor empezó a apretar, combinado con la humedad que se desprendía de la tierra. Imaginé unos mates bajo el paraíso y recordé que ya no serían allí mis mateadas ni tampoco mis asados con los amigos. Igualmente decidí volver a la loma, como para comprobar si había posibilidades de recuperar el árbol. Agarré el mate, el termo y un sombrero para protegerme del sol.
Cuando llegue a la loma, el árbol se marchitaba de a poco sin la humedad del suelo y las hojas sueltas se arrugaban en el suelo. El olor a tierra y madera persistía. Moví con los pies algunas ramas quebradas y busqué camino hacia el tronco, me apoyé sobre él, cargué el mate, me saqué el sombrero y me di cuenta del fenómeno.
Varela vino a los dos días de la tormenta y se encargó del árbol. Ese sábado hice el primer asado del verano, preparé dos mesones para participar a todos mis amigos del acontecimiento.
Se expusieron varias teorías durante la comida, la mayoría después de la segunda tanda de malbec que serví con la carne. La sobremesa se extendió en siesta libre y la mateada de la tarde se complementó con pastelería casera.
A esos de las seis de la tarde, o tal vez eran las cinco; tuvimos que correr los mesones para seguir estando bajo la sombra del paraíso.
CUENTOS 16 – Sombra del Arbol Caido
Era un paraje inerte, no había señal alguna de movimiento, el viento no tenia a quien acariciar cuando pasaba por allí mas que a un árbol robusto que se sentaba a mirar como el tiempo yacía vagando por la tierra mientras, el destino dormía plácidamente. Sin hacer nada, y totalmente estática, era la vida de aquel árbol en ese lugar lejano, al cual nadie quería o podía ir…
Una rutina de todos los días, este árbol, un narrador omnisciente, creaba historias que se hacían realidad en la sabia corteza y brillaban a través de sus ramas para terminar aflorando junto a sus hojas, el relataba cientos de cuentos, miles de poesías pero aun no podía concebir alguna historia que no fuese acerca de el ya que, en su vida había conocido a alguien, desde el momento que esa mágica semilla comenzó a germinar en la tierra inerte por una razón ilógica.
Curiosos por aquella idea, el viento, el destino y el tiempo se reunieron a conversar acerca del árbol y al finalizar la reunión, se convencieron de que el árbol debía tener una compañía para ver que pasaría con sus historias. Tras una prolongada meditación, el destino, inteligente y testarudo, creo el día y la noche como obsequio a aquel lugar en el medio de la oscuridad y como parte de la idea de ver que sucedía con el árbol.
Fue así, que en el primer amanecer, los rayos de luz atravesaron por completo el lugar, creando un nuevo ser junto al árbol, al cual llamaron sombra, un ser totalmente inerte que para el árbol resulto totalmente extraño y cautivador, por primera vez se podía apreciar a si mismo, podía ver con la sombra el correr del tiempo, como el viento lo acariciaba al pasar por allí y como el destino tallaba en este los planes que para el tenia.
El árbol, comenzó a sentir cosas que nunca antes corrieron por el, ya no eran historias solitarias sino de compañeros, ambos tenia vida propia y vivían aventuras, era algo inexplicable para el y detenidamente a la lejanía, los tres gestores observaban como el árbol cambiaba totalmente en su actuar y en su físico.
Con la vigilia del tiempo, empezó a caer dormido el día y rápidamente la sombra del árbol, empezó a desvanecerse entre la oscuridad dejando en desconcierto al árbol, el cual no hallaba forma de hacerlo volver y este empezó a caer en la demencia, buscaba forma de poder hacer regresar a su compañera y por primera vez, se sintió la soledad en la tierra; así que los tres decidieron irse para volver a la mañana siguiente.
A los primeros rayos en la mañana el panorama era peor, aquel árbol estaba muerto. Sentían una especie de remordimiento por lo sucedido pero el mas afectado era el viento ya que siempre estuvo mas cerca del árbol, la primera muerte no se derramó lagrima alguna. Luego de un rato, pensaron que era mejor probar con el ser humano esto mismo…
CUENTOS 17 - Igual te cubriré con mi sombra
Ella o él, sin género sólo una presencia.
Ser humano repleto de contradicciones, de defectos, de errores, pero con un corazón quizás no apto para esta época , donde todo es egolatría, no te metas ,no te importa , sálvate tú...
Ella o él que quizás sueña contagiar con su actitud , un poco de solidaridad para con el otro, que no hace daño con lo que expresa , ¿o si? , que inventa un mundo mejor para compartir, aunque sea cuando el cansancio agobia las mentes y el cuerpo de todos...
que cuenta sus penas y escucha , porque sabe lo que es escuchar a los demás .
Pero ¿que pasó en las mentes de los demás , que pasó en sus corazones , quién les robó el sentimiento?...
Ser que se siente solo , que se siente extraño, que ya no se siente...
Ser que se siente árbol , quieto en un lugar, allí dónde siempre recibió brisas
soles espléndidos , mariposas de colores y baños de estrellas...y ahora solo días
desteñidos y apenados.
Árbol que ya imagina su final , unos pocos golpes más a su eje y lograrán tumbarlo,
no por débil , no por falsa conmiseración , por puro dolor.
Pocos comprenden su esencia, pocos saben que ese sentir existe y se niegan a verlo.
Bosques inmensos se formaría con seres iguales , y entonces no habría fuego que los consumiera y no se encontraría lugares tan desiertos de todo...
Últimos hachazos , por desidia humana , y el árbol quedará en el suelo con la sombra recortada , con sus sueños destruidos ....
¡ Ah! pero su alma no cederá ante eso y se pondrá de pie y será una sombra como antes para cubrir a quienes necesiten de ella...
Destino de árbol caído que les cabe a muchos...evitar que lo vean de pie floreciendo y dando frutos...
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