Recojo mi saco y salgo. No doy ni dos pasos fuera del edificio y me doy cuenta que el saco que tomé no es mío. Busco en las bolsas traseras de mi pantalón y todavía traigo la cartera; entro al oxxo y pido un flor de caña, la intendente se me queda viendo, veo el reloj de la computadora sobre el mostrador, las 8:35. Salgo del oxxo, camino a casa, haré unos 30 minutos, la vinatería de la esquina estará abierta cuando llegue. Miro a la gente correr hacia sus trabajos, hacia las escuelas, hacia no sé dónde más. Ignoro si soy afortunado o si soy un desecho de la sociedad, un loser. Pero qué me importa, no tengo que atender las órdenes de un patrón, ni cumplir un pendejo horario para servir las pendejas peticiones de un pendejo que cree que está haciendo algo por la humanidad o que cree que está asegurando el futuro de su familia. Quién le ha dicho o cómo le han insertado el chip en la cabeza para que crea semejante estupidez. Cruzo reforma, el tráfico ya ha desiquiciado a los peatones y a los cerdos que vigilan el tránsito. Yo no me inmuto, dejo que pasen tres altos, mientras contemplo cómo van y vienen los microbuses. Por fin cruzo. Me dirijo a la vinatería y pido el flor de caña, una coca y un agua mineral. Me quedo afuera y me siento en la banqueta, enciendo un cámel. No ha de ser tan difícil hacerse pasar por un ciudadano ejemplar, pienso. Sólo tendría que arreglarme, conseguir un trabajo estable o eventual, dejar de beber, ir al cine y comentar que el cine mexicano ha renacido, asisitir de vez en cuando a eventos sociales y tomar una o dos copas de vino, sentarme a mirar el televisor, asistir a alguna fiesta y no emborracharme, comentar con mis amigos sobre política, defender la emancipación femenina, formar parte de las filas de la izquierda, de la que sí está a la izquierda, cuidar de mi salud comiendo comida saludable. No, después de todo, no es tan difícil ser un ciudadano ejemplar, el sistema lo facilita. Me levanto, me dirijo a casa, destapo el ron y me sirvo un trago. Le marco a Claudia, oye chava, se supone que empecé la fiesta en tu casa, pero hoy me desperté y estaba en la condesa en casa de no sé quién chingados. Claudia me dice que no mame, que anoche me salí de su casa con unos fresas que llegaron a su casa invitados por quiensabequien.
Acabo el trago y me subo a dormir, otro rato, lo que sea, pero no pienso por nada del mundo someterme a la tarea de ser un ciudadano ejemplar, signifique lo que signifique ello.
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