Cuando llueven gotas, saladas como tus lágrimas, sobre los pétalos abiertos y rojos de tus rosas, una extraña sensación recorre mi mundo, como esos rayos que brillan entre las nubes de tormenta pero que jamás alcanzan el suelo. Siento la tormenta, imponente, amenazadora, incapaz de lavar tus rosas. Con sus relámpagos haciéndola brillar amenazante y sus truenos removiendo el corazón, pero sin soltar una sola gota de lluvia que se pueda mezclar con tus lagrimas. Sin poder para regar tu jardín ni mojar tus rosas con agua dulce de cielo y no salada de tus lágrimas. Solo puedo acompañarte en tu llanto y ver crecer tus rosas.

(Por ti, amiga, que le amas aun después de irse. Y por ti también, amigo mío, por la primera copa que nos tomaremos juntos, como siempre entre risas, en la otra orilla del río)