Un desencuentro, como tantos que acontecen en las relaciones humanas, un desencuentro por siempre.
Luego de un simple adios, una mirada en ambos, seguimientos de pupilas que se dilataban mostrando la verdad. Una verdad de algo, algo simplemente, silencioso, caprichoso, especulativo, y, a la vez deseoso.
¡Adios!...
No era un adios, aunque ambos lo comprendian que si, esos adioses con murmullo de a dos.
Un adios despreocupado, luego de un intercambio de ternura que no se puede fingir, aunque si, besos que labios dibujan.
Desconocido, o, conocido desde siempre, en realidades opuestas, caminos sin huellas, desconcierto de sueños, visperas de un renacer.
La partida, en azules cielos de estrellas que acompañan al ocaso.
Un recuerdo, desteñido por las horas que pasaban, pero un instante, unico, irreemplazable, sublime por Dioses, grabado en memoria, ultrajada por pasados de heridas, pero principalmente por una, que un adios simple, la cerro........................................

Sono el telefono.
Ella, corrio a atender, -¿si?, ¿quien?
-yo, no estoy en ningun lado, dijo el.
-¿Como?, no te comprendo, ¿no habias partido?.
-No, todavia no!, continuo en tu puerta, le decia del telefono movil.
Ella, cerro su diario que estaba escribiendo, su diario de momentos, y corrio a la puerta.
-Si, ahora entiendo, no habia sido un adios seguro, se lo dijo a el.