Mi peor estación del año

Viví como presidiario en una casa, una estación del año. Los residentes ascendían a cuatro almas consagradas; todos eran familia excepto yo, un errante cuerpo inerte en la sala de habitación.

Pertenecían estos seres a esa clase bastardas compuesta de personas incultas que han llegado a elevarse y de personas inteligentes que han decaído, que está entre la clase llamada media y la llamada inferior

Y que combinan algunos de los defectos de la segunda con casi todos los vicios de la primera sin tener el generoso impulso del obrero, ni el honesto orden del burgués.

Eran de esa clase de naturalezas pequeñas que llegan con facilidad ha ser monstruosas. La mujer tenía en el fondo a la bestia y el hombre la pasta del canalla. Eran de esos seres que caen continuamente hacía las tinieblas degradándose más de lo que avanzan, susceptibles a todo progreso hacía el mal.

Ahí vivía yo. Algunas naturalezas no pueden amar a alguien sin odiar a otro, la familia amaba apasionadamente a sus hijos, lo cual fue causa de que detestara al forastero, o sea yo. Siempre les parecía que les quitaba a sus hijos hasta el aire el cual respiro.

© J. L. Salomón