Era un niño acostumbrado a vivir en la calle a pesar de su corta edad, su sustento venia dado por unas pocas monedas de peseta que conseguía arrancar a la gente por medio de sus juegos malabares y sus palabras que fluían con espontaneidad. El simple hecho de ser extremadamente delgado y su manera de vestir conferían una sonrisa a quien lo miraba. Sus pantalones anchos con remiendos de tela cuadriculada se sujetaban a su cuerpo mediante unos tirantes negros raídos que pretendían tapar parte de una camiseta blanca muy estrecha, que resaltaba más esa delgadez esquelética aportándole un aire cómico que el sabia aprovechar.
Eran fechas festivas se acercaba la noche buena, eso significaba la venida de la navidad. Pero su navidad era muy distinta…
Recordaba aquella última noche donde habían regalos para todos, para su mama, para su papa, y como no, para el niño más feliz de la tierra.
Una lágrima recorría su mejilla cayendo hasta su pantalón…
-Este paquete para mi chiquitín y este otro para su papa.
Mama alargo su brazo atrapando un paquete con mi nombre de debajo el árbol invitándome que fuera hacia ella para arrebatárselo en un juego cómplice con mi papa que me retenía de mi mano sin dejarme ir, yo pataleaba entre risas quejándome a mi mama.
-Mama, mira a papa, no me deja; papa suelta ya.
Ella sonreía, su cara estaba iluminada por las luces del árbol, destellando en ella multitud de colores, su mirada era tierna sabía lo que me esperaba.
Di un tirón y me escape de papa, riéndome, y corriendo para poder llegar hasta mama.
-Mama, mama, cógeme.
Abrió sus brazos en gesto protector y me cobije en ellos. Mi mama me beso fuertemente en la frente y me pellizco en mi mejilla mientras escondía con la otra mano mi regalo detrás de su espalda.
-Mama dame, dámelo ya.
Cogí ese paquete con tal desesperación que no sabía cómo quitar el papel que lo envolvía. Mis papas me miraban y se reían a carcajadas, yo los oía y me sentía bien, estaban a mi lado, con migo, cerré los ojos y desee que aquella noche nunca acabara.
-Un tren, un tren.
Saltaba y corría por toda la casa.
-Mi tren, gracias mama, gracias papa.
Me los comía a besos, salte con tanto ímpetu sobre mi mama que acabemos los dos en la alfombra donde enseguida vino papa a participar de mis besos.
-Bueno y ahora tengo este paquete para papa.
-Papa ábrelo venga, ábrelo.
De su interior papa saco unos pantalones, guau que pantalones, eran de vestir muy elegantes en seguida fue hasta mama, y abriendo la palma de su mano le entrego una pequeña cajita. Mama le pregunto que era, y él le contesto.
-Cariño es nuestra caja de recuerdos.
La abrió y saco de ella un colgante con muchos aros brillantes y le dijo.
-Este aro de aquí lo compre cuando te conocí, este otro cuando me dijiste que me querías, este otro…
Y así fue enumerando uno tras uno todos los recuerdos. Mama le dio un beso a papa de los que no me dejan mirar, pero creo que en ese momento estaban solos.
Sonó la puerta.
-Ya está aquí Susi, pórtate bien y no tardes en ir a la cama, que los papas no tardaremos, vamos a casa de unos amigos y en seguida volvemos.
-Vale mama me portare bien.
Papa dejo el pantalón que le regalo mama en el sofá, y me quede mirándolo mientras se alejaban…
Al día siguiente me levante muy pronto corrí hacia la habitación de mis papas y no estaban, pensé que estarían en la cocina preparando un buen chocolate caliente, seguí corriendo escaleras abajo y me encontré con aquella gente que no conocía de nada. ¡Mira!, en la puerta de la cocina estaba Susi, pero, ¿Por qué lloraba? ¿Y mis papas?
-Papa, mama, ¿dónde estáis?
No me respondían los llame una y otra vez, pero no me contestaban, me fije y el pantalón de papa seguía en el sofá, si ese pantalón era para hoy, dijo mama que era para la comida, si papa pensé te lo tienes que poner hoy…
Ese hombre me cogió del brazo. No quería estar allí solo quería ir con mis papas, las lágrimas surgían de mí, no sabía por qué lloraba, pero intuía que pronto lo haría por mis papas.
Ese hombre me explico, que mis papas no vendrían mas, que un hombre que había bebido los atropello cuando papa ayudaba a mama a bajar del coche, que él estaba allí para hacerse cargo de mi. Pero y mis papas le preguntaba una y otra vez, y su respuesta sonaba dentro de mí una y otra vez, no vendrán…no vendrán.
Me entrego una maleta y me dijo que metiera en ella mis cosas, las manos me temblaban, mi pecho me dolía, mis ojos solo eran lágrimas, metí mi ropa en ella y cogí del sofá el pantalón de papa y callo algo al suelo, vi una cajita pequeña, vi su caja de recuerdos, de papa y mama, la abrí, y saque de ella la cadena con los aros brillantes oyendo dentro de mí la voz de papa, contando los recuerdos, todos ellos eran buenos y decidí arrancar un aro para no poner recuerdos malos en ella, solo pondré los buenos como papa.
Aquel hombre me llevo a un colegio, del cual me escape. No había recuerdos buenos para mi cajita y tenía que ir en busca de ellos, cogí mi maleta, me puse los pantalones de papa y metí en su bolsillo su caja de recuerdos… ¡mi caja de recuerdos! y marche en busca de ellos.
Y aquí me tienen con los pantalones de papa, mi maleta, y mi caja de recuerdos.
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