¡MUNDA ME, DÓMINE!
(¡Señor, límpiame!--Soneto)
En la dominical predicación,
La súplica entendí de aquel leproso…:
¡Escúchame, Maestro poderoso,
Líbrame de mi mal, ten compasión!...
Y aquella carne, otrora en corrupción,
Agradeció al Señor, su gesto hermoso,
Y a los vientos contó, en salmo glorioso,
El milagro de aquella sanación…
¡Cuantas almas dolientes o leprosas,
Cuanta maldad en tantos corazones!...
Cambia, buen Dios, en pétalos y rosas,
Las espinas, las negras ambiciones,
Y sana las heridas dolorosas,
De tantos como esperan tus perdones.
EMILIO 15 Febrero 2009
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