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La tarde llegaba a su fin en compañía del viento sonoro que se arremolinaba en los cerros cubiertos del manto gris de la niebla muda, el semáforo indicaba la luz roja mientras el con las dos manos en el timón esperaba una respuesta de Ángela, quien con un gesto de perturbación lo miraba de soslayo mientras subía el volumen del radio, mas con afán de inquietarlo que de escuchar su sonido, Mario Fernando atendió el cambio de luz y acelero buscando la vía que lo llevase a la casa de Ángela mientras en el auto solo se escuchaba la emisora de turno.

Las cosas no estaban bien entre ellos, su relación no era fácil, el mundo que compartían estaba separado, era una constante lucha de poder y ego; ambos se creían ser mejor que el otro, pero al mismo tiempo se satisfacían por demostrar ante los demás su aparente poder como pareja. Era comprensible, al fin y al cabo los dos pertenecían al mundo de la farándula, ese receptáculo de maquillaje, sonrisas falsas y glamour que termina por borrar a las personas y convertirlas en productos.

Ángela descendió del carro y con tono altivo le dijo que al día siguiente se iría a viajar al norte del país a una sesión de fotografías, mientras cerraba la puerta y volvía su rostro hacia la ventana posando su cabellera rubia y liza en la puerta, Mario asintió y mientras ella se dirigía a la entrada del edificio la miro fijamente encendiendo un cigarrillo observando aquella figura delgada y bien contorneada. La noche llegaba y se dirigió a su apartamento con el fin de descansar en la intimidad que ya poco tenía desde que su más reciente disco había llegado a los primeros lugares de popularidad y se perfilaba en otros países según su productor.

Mario Fernando era una joven figura de la canción juvenil, es decir de “Pop” ese termino rimbombante acuñado por allá el los sesenta por los alquimistas del espectáculo, claro esta, que para el mundo estereotipado se le conocía como: Mario Ferruchi, un nombre artístico ideado por su manager; con el cual nunca se había sentido del todo a gusto, pero ya se había acostumbrado a llevarlo, sabia que un apellido europeo era mejor que uno latino a la hora de ser reconocido internacionalmente, y que su padre después de algunos cuantiosos regalos y ayudas económicas no veía con desagrado la segregación de su apellido antioqueño. Su cuenta bancaria crecía de manera vertiginosa a la par que su fama, vivía asediado por los medios de comunicación en un entorno donde los medios lo son todo o “casi todo”, ya no era una persona convencional se sentía supernatural en ocasiones.

Pero allí estaba en su cómodo apartamento a las siete de la noche de un frío domingo, disfrutando de la soledad esquiva en su afanada vida, una estrella de la música estrellada y deprimida. Caminó descalzo hacia la cocina y saco del refrigerador una cerveza alemana prendió el stereo, busco en el estante de los CDs algo que le devolviera el animo a su lugar, no era sencillo, las grabaciones estaban hay, pero como escoger la adecuada que le trasmitiera el sentimiento esperado a un experto en hacer sentir como él.

No sabia si lo embargaba la tristeza, la soledad, la desolación, el desamor, la amargura, la incomprensión o algún sentimiento de los que plasmaba en sus canciones, además no le gustaba escucharlas se sentía intoxicado consigo mismo.

De pronto volviendo a repasar con su mirada el estante de los cd´s se encontró con el lomo un tanto borroso por el trajín de la caja, que decía Rolling Stones “Let it Bleed” , y mientras con la yema de los dedos índice y pulgar lo extraía suavemente del empaque tarareo Gimme Shelter como preparándose para una suculenta sena musical, Ferruchi estaba dispuesto a escuchar uno de los mejores álbunes de los Rolling Stones, pero claro; para el no era importante en aquel momento los rigurosos conceptos de la critica, si no por el contrario encontrarse a si mismo como persona simple y ordinaria.

A pesar de vivir en el moderno siglo XXI y ser una estrella reconocida de la canción, sentía que le faltaba algo en su interior, no era la hermosa Ángela que de una forma u otra siempre estaba ausente a pesar de encontrársela en vallas publicitarias y revistas de moda, no era una posición económica por que la tenia, ni problemas de alucinógenos a pesar de verse tentado en múltiples ocasiones a probarlos. Era mas bien un desencanto propio por estar convirtiéndose en un fetiche de falsas apariencias, reflexionaba acerca de su propia autenticidad del porque a pesar de sentir un gran amor por la música y en especial el rock, tenia que vivir limitado a las dictaduras del comercio.

De pronto llegaban a su mente las palabras de su productor- Lo que no vende no existe- dura sentencia filosófica comercial que resumía todo el propósito de su carrera como artista, recordó sus inicios cuando a pesar de las dificultades económicas componía a su criterio y daba vida a su propio sentir, el entorno de camaradería en su vecindario rodeado por los amigos y lugares que respondían también a ideas reaccionarias de su realidad y condición.

El rock ese pretexto para cambiar el mundo, ese lenguaje desenfadado que corrompió los oídos puritanos e hipócritas, esa ola de protesta de una generación nobel que cincuenta años después reniega del grunge pero ama a los Beatles, esa era su esencia; ahora profanada por cantos pomposos de estribillo pegachento y fanfarrón que se esgrime en las ventas y espectáculos virtuales encadenados a otros productos de farándula igual de prefabricados.

Let it Bleed (Déjalo Sangrar), seguía su curso por el lente láser de su reproductor Fischer, contando historias de guerra, violencia, orgullo, vidas licenciosas entre el sexo y la droga, en diferentes maneras de hacer la música: Country, Blues, Rock.

Para Mario Fernando esta remembranza de sonidos, testimonio de las raíces del rock, llegaron como caudales de inconformismo con su mundo,-que para cualquier mortal ávido de éxito es el ideal- pero para el, en ese momento no dejaba de ser una negación de su propio arte ante el maquiavélico engranaje de los millones.

Su difícil circunstancia contemplativa, lo llevo a reconsiderar muchas cosas, pero al costado izquierdo de su mesa donde reposaba la lata de cerveza, se hallaba también el contrato a firmar para su próximo concierto donde interpretaría sus más sonados extitos:Dulce Esperanza, La sonrisa de mi niña, Coge mi ritmo, sol de verano y otras canciones que ya no le sabían a nada, excepto por las ganancias que le dejaban al paso por las disco tiendas y conciertos, sin contar el mercadeo de camisetas, afiches, publicidad y otras cosas mas.

Dilema utópico el de Mario Ferruchi, diría cualquier desprevenido; cambiar dinero, fama y mujeres por una crisis de identidad…….solo el lo sabia, pero en fin… sonó el teléfono y You Can´t Always Get Want You Want, llegaba a su final, escucho la voz de su productor y Ferruchi solo atino a decir: “Quiero Ser un Rolling Stone”







Texto agregado el 15-02-2009, y leído por 171 visitantes. (1 voto)


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