La ira por auiles.

La frente se cansó de apoyarse en el brazo,
al ojo no lo engaña ya la lágrima.
Se ha roto la balanza;
el dolor ya no es granito, sino agua;
y el afecto se deshace en cenizas.
Entre ambos el "orgullo", por no dejar solo al vacío.
Se cuela aquella en el espejo y señala al inocente,
justicia ciega mejor que remordimiento.
Le han arrancado la espiga,
esa que bendecía la sonrisa;
al niño lo han hecho verdugo de su más preciado milagro,
ese que siempre reía cuando él lloraba,
Las horas se atragantan,
una tras otra en un flujo continuo, pero estéril
pasado de hormigas, el mañana en un muro;
no hay instantes, sólo un concepto.
Será otra vez la "verguenza",
la que no deja hablar al silencio.
No duele su ausencia, sino lo que se esconde tras ella,
después del último golpe