- Ándale, vamos a comer tacos, no seas malo.
- Qué no, carajo, ya te dije que el doctor me prohibió comer fuera de casa, y únicamente alimentos bajos en grasa.
- Pero no me digas que no se te antojan, por dos o tres no te vas a morir.
- Sí, sí quiero, pero parece que en este hogar sólo yo me preocupo por mi maltrecha salud. ¿no me puedes apoyar? Y si, puedo quedar más muerto que un zapato.
- Gordo, no te pongas de victima que no te queda.
- ¿Qué no me queda? Lo que no me queda, pendeja, son los pantalones por tanta porquería con la que tú desentendidamente me alimentaste los últimos cuatro años.
- Pero amor, sabes que nunca fui una buena cocinera. Mi madre nos acostumbró a sentarnos en la mesa y que la servidumbre hiciera lo demás. Y ya sabes no…
- Ya sé qué, odio los puntos suspensivos.
- Pues desde que nos casamos, las cosas no han funcionado…
- De qué carajos hablas, y deja de hacer pausas innecesarias.
- Pues nunca has sido lo suficientemente trabajador como para poder pagar una cocinera, como hacían en su época mis padres.
- Eso me faltaba, que una senos-aguados me eche en cara los sacrificios que hago por esta familia. ¿Acaso crees que es muy sencillo para mí despertar a las once de la mañana? ¿Eh? Yo, escucha arpía-traga-tacos, yo pago la escuela de los hijos, yo pago las estúpidas vacaciones que nadie en esta casa de tres recamaras, dos baños y una cocina agradece.
- Sabes que no es cierto, los niños se emocionan mucho con esos viajes, el que Jaime y Aloncito estén en el Tutelar de Menores no significa que no aprecien los esfuerzos que tú haces. Y para tu información gordo, no tengo flácido el busto, simplemente lo tengo caído, pero es normal después de alimentar a 5 trogloditas.
- Pretextos mujer, desde que nos venimos de los Estados Unidos te haz descuidado horrores. Deberías de ver las penas que me haces pasar con mis amigos.
- Qué cosas dices…
- Ya ni siquiera te lavas los dientes cuando hacemos el amor.
- Juro que voy a cambiar, pero por favor vamos a la taquería, ver la telenovela me provocó antojo.
- Vieja ignorante, ya te dije que ver esas cosas sólo te perjudican la mente, y ya cámbiale de canal que ya va a empezar el segundo tiempo. Y no, no vamos a ir a ningún lado.
- Tú y tu cochino futbol…
- ¿Qué, ahora me vas a decir a mí lo que puedo ver? No me hagas reír, si el futbol es para gente decente, para personas que quieren sobresalir.
- Pues no te creo, ahí tienes a los que van a los estadios, los esos de las porras. Pobrecitos hombres, con sus caritas más feas que la pobreza en África, además se comportan como neandertales. Puro mariconazo, más bien.
- Eso estúpida, se llama pluralidad. Y cállate que ya empezó el partido.
- Ay gordo, hace mucho tiempo que ya no salimos tú y yo solos.
- Si…
- Deberíamos de revivir nuestra llama.
- Quizá… pásala inútil, por la banda, eso.
- Gordo, no me estás escuchando.
- Si pero… me parece buena idea… falta, sí, penal desgraciados, amarilla mal-nacido árbitro.
- Te decía que hace falta que nos enamoremos de nuevo, no sé, como cuando nos conocimos, ay, te acuerdas que romántico…
- ¡GOOOOOOOL! A HUEVO PUTOS. El súper Emperador nunca falla.
- Ya ves, ya no hay comunicación entre nosotros. Quiero el divorcio.
- Cabrona, el Emperador Ramírez acaba de anotar un gol, en este momento me importa una chingada lo que quieras… corre güey, mete el centro.
- Si tienes razón, quizá estoy un poco alterada, pero entiende que tengo hambre. Y sabes que cuando quiero algo me aferro.
- Asqueroso, te caes de hambre… mujer caprichosa, no quiero tener un problema fuerte contigo, y no me chantajees. Mejor cállate y pásame mis medicamentos.
- ¿El viagra o el tratamiento para combatir la calvicie?
- El que mandó el doctor para la diabetes ¡pendeja! No te hagas la chistosa conmigo.
- Bueno ya, qué te parece si vemos el partido en paz y después salimos a cenar o a dar una vuelta.
- No sé… lo voy a pensar. Pero no tengo dinero, así que podemos ir a caminar de aquí al cine, ver que hay en cartelera y no entrar o quedarnos aquí y ver televisión hasta que nos dé sueño. Tu escoges… bárrete animal.
- …
- ¿Entonces?
- …
- ¿Ahora por qué lloras?
- Es que ya no eres el mismo hombre que yo no conocí, Tiburcio. Ya no eres el que me traía mazapanes después del trabajo, el que me regalaba chocolates cuando querías intimidad, el hombre amable que se sentaba conmigo a…
- ¡Ya! Carajo, déjate de cursilerías, qué no ves que las épocas cambian. Además ya no estás tan buena como antes.
- Ay gordo… ¿si me meto al gimnasio me vas a amar como antes?
- No sólo al gimnasio, también al dentista, estilista, cirujano, un curso de civilidad. Cuando hagas todo eso, entonces vienes y hablamos de amor.
- ¿Dónde quedaron los votos matrimoniales? Dime.
- Puta madre, este idiota no puede meter ni un gol, ¡PEGALE COMO SI FUERA TU NOVIA!... ¿Decías?
- Nada. Sé sincero conmigo ¿Me amas?
- De tanto ver telenoveluchas ya hasta te sabes lo diálogos. No puede ser.
- Responde.
- Sabes que ya no soy el joven al que le gustaba leer a Neruda.
- ¿Y eso qué tiene que ver?
- Pues que ya no me resulta tan fácil decir… pues cursilerías, eso. Sabes que los cantos a la vida y al amor ya no los tolero. No desde que vi Pulp Fiction.
- Pero si la vimos la semana pasada en casa de mi hermano.
- Uno cambia Restituta, es parte del proceso del hombre.
- Si pero no de una semana a la otra.
- Ya, está bien, quieres saber lo que me pasa, pues bien, si, si te amo, pero… pero en esta etapa de mi vida… pues que… quiero ser un matón, eso.
- ¿Qué?
- Así como Travolta, con su traje negro, comiendo hamburguesas y que de repente entren un par de asaltantes y…
- Inútil, ¿Acaso crees que la vida es un guión de Tarantino? ¿Por eso no me puedes decir que me quieres?
- Pero no me pegues, un matón no puede estar diciendo cosas bonitas así como así, se vería como un hombre suavecito.
- Dios mío, esto no me puede estar pasando a mí... Esto lo tiene que saber Rubén.
- No, no le digas a Rubén. Sabes como es él…
- Cállate, que van a pensar tus hijos si supieran que tú… jaja, ahora si me sorprendiste.
- Pero no te burles, es sólo una idea…
- Menos mal, yo pensé que era un estilo de vida.
- Olvidémonos de esto y vamos a comer tacos si quieres.
- ¿Olvidarme? Ni aunque me diera Alzheimer y gonorrea al mismo tiempo.
- No me humilles. Ándale vamos por tus tacos.
- Está bien sólo por que tengo mucha hambre.
- Si, si.
- Y si no quieres que Rubén se enteré y te torture de aquí a que muera con sus filosos chistes negros dime ahorita mismo que me amas y que soy tu flor azucarada.
- Corazón, vida mía, te amo.
- ¿Cómo al principio de nuestro matrimonio?
- Más todavía.
- ¿Para siempre?
- Hasta que la muerte nos separe.
- Ven, dame un beso.
- Te amo
- Yo también te amo gordo.
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