LA ENEMIGA(O EL PRETEXTO DE LA MELANCOLIA)
Julián tenía una tarde melancólica.
Tirado en la cama miraba el cielo raso y recordaba momentos del pasado; su alma de poeta no le permitía olvidar; en realidad, ya había olvidado.
Julián era fantasioso y obstinado, lo que en realidad no soportaba era que ella lo olvidara, sus reiteradas cartas sin respuestas lo torturaban, le exprimían el corazón, pero su soberbia era la dueña de su mente y espíritu; ella lo llevaba a los caminos de la desilusión. Ahora, rodeado de amigos y muchachitas insólitamente bellas se sentía como en la nada, se preguntaba si algún día volvería a ver a quien traicionó, a quien vistió de absurda tristeza, dejándola entre todos los terrores del mundo, sabiendo que su diminuto cuerpo casi de niña, casi de ángel, no sobreviviría a tanto vacío.
Julián era un hombre bello, obsesionado por la pureza, como los gatos con los ratones; un día la hallo, para saciar toda su lasciva crueldad, sus manos alcanzaron la luz de la bondad para sumergirla en la oscuridad eterna. Su nombre era Shofía del Monte; la vio y supo que podría con ella cumplir sus fantasías más macabras. (¿Para que buscar la inocencia si no es para corromperla?)
Hablaron por primera vez en casa de una amiga de ambos; la convenció completamente de su honradez, declaró en su defensa (todo culpable se defiende sin que lo ataquen)que era un hombre incapaz de tocar a otro ser humano a no ser por un amor sublime. De más esta decir que Shofi era un ser sin malicia y esta clase de personas tienden a creer en la gente, esta en su Naturaleza. Desde ese primer encuentro no pudieron estar separados, Shofi sentía que cuando no estaban juntos el corazón se le rompía; creía en esos amores de novela que solo existen en la imaginación femenina, (gracias a los cuentos de hadas y mentiras que les cuentan sus adorados padres para convertirlas en almas puras, hasta que un buen día llega el hombre lo suficientemente sucio para despertarlas abruptamente de sus dorados ensueños)
Julián internó a Shofía en las más perversas experiencias y ella se dejaba guiar por sus manos hacia el abismo.
No solo le enseño como hacer feliz a un hombre; si no como hacerlo feliz a él, esto significaba someterla a castigos que iban desde los físicos hasta los meramente espirituales. Por ejemplo convencerla de hacer algo que a los ojos de Shofi era pecado mortal; ella obedecía llorando de vergüenza y el verdugo se ahogaba en ese llanto y gozaba de una manera exquisita; gozaba como solo el mal puede gozar ante el dolor de la víctima. Temblaba de orgullo ante la transformación, ante el cuerpo tembloroso de quien ama y teme, pero su Naturaleza le susurra al oído que algo no esta bien.
El, la contemplaba con altivez y regocijo. La inteligencia de Julián hacia que Sofhi no pudiera ver el fondo de sus ojos.
Cada día era una nueva prueba del infierno para Sofhía que lucía demacrada, sus ojos ya no brillaban con la natural luz de su juventud.
Una tarde Julián la invitó a pasar la noche juntos; le dijo que le tenía preparada una sorpresa, los ojos de ella por un momento volvieron a ser suyos.
Cuando llegó a la casa de Julián estaba demasiado oscuro, pero ella reía esperando un obsequio o una demostración de ternura, la oscuridad devoraba todos los rincones, un escalofrío recorrió su columna vertebral.
Julián la esperaba en la habitación, la guió hasta la cama; ato sus manos y tapo sus ojos, una vez maniatada, la desnudo brutalmente como un animal salvaje, manos enardecidas recorrían el cuerpo indefenso; gritos y jadeos estrangulaban la garganta de Sofhi mientras movía su cabeza como buscando la luz, pero nada era más espantoso que la risa de Julián, mientras Sofhi sollozaba inmersa en el tormento de su ceguera momentánea. La noche estaba en sus comienzos cuando empezó la agonía.
Pasaron unas horas antes de que se prendieran las luces, ahora era el silencio empapado de sangre, pero el hombre seguía sobre ella; alguien se acercó y desato sus manos, cuando pudo quitarse el pañuelo de los ojos Julián sonreía al lado de la cama de una manera grotesca y el hombre que estaba sobre ella mientras se acomodaba la ropa toco por última vez su entrepierna temblorosa.
Sofhi gritó, gritó mientras se convertía en un pedazo de carne que se achicaba dentro de unas sabanas sucias; Julián la sacudió con fuerza ; la miró fijamente, ella puso sus manos llenas de terror sobre la cara de Julián y las lágrimas caían de sus ojos que a pesar de todo estaban llenos de amor.
Entonces la soltó. Quizás ahí comenzó su terrible e inmortal condena. Salió de la habitación casi corriendo, sin embargo la misión estaba cumplida. Se dijo “Alguien vendrá a decirle que el amor ha muerto hace mucho, enterrado en las escamas de su propia voracidad” y se perdió en la noche en medio de la niebla.
Sofhía como una Princesa mendigadora de harapos, escondió su rostro debajo de la almohada y dijo “Hemos cantado a las puertas del infierno, he penetrado tu alma, lo sé”.
Julián internado en las sombras de su maldad al salir de su rigurosa rutina de payaso, algunas veces se acordaba de ella, (como hoy mirando el cielo raso)sin ningún tipo de mentira de por medio entre él y su razón, era inteligente, creo que ya lo dije antes y sabía cuando se engañaba, sabía que había dejado ir a quien lo quería desde sus entrañas por un capricho de su vanidad, de su cobardía, de su aburrimiento.
Y cuando tomaba impulso su valentía lo aniquilaba, lo llevaba hasta lo más profundo, lo internaba en la caverna más tenebrosa; la de su memoria.
Claro que cuando esto ocurría llegaban sus grandes amigos Rimbaud y Nietzsche para ayudarlo a salir del pozo.
-“El gran poeta no puede ni debe dar sino su propia realidad”
Se aferraba a sus palabras con la fuerza de un temporal, ellos le devolvían las fuerzas necesarias para seguir engañándose, para seguir siendo superficial, arrogante, para seguir viviendo. Cada uno hace lo que puede, Julián escapaba.
Claro que para eso tenía a su primo Claudio, él lo alentaba a la supervivencia con una dosis extra de marihuana, los dos entonces se internaban en la posada del absurdo y la risa. (Las debilidades suelen enterrarnos en las deidades del mundo; solo que al volver al tiempo real, la vida suele tomarnos tan por asalto que muy pocos podemos flotar delicadamente entre los restos de mugre putrefacta)
El día después; Julián se sentía realmente mal, herido de muerte, todos sus recuerdos eran como un ejercito privado que lo fusilaban cada cinco minutos, en esos días él escribía, pero al no conseguir una buena estrofa sus nervios estallaban en el aire de la habitación y respirar se volvía imposible, pero tampoco tenía las fuerzas suficientes en sus piernas para salir, para escapar; entonces se sentaba frente a su computadora y escribía cartas llenas de nostalgia y terror, llenas de promesas que jamás podría cumplir; porque él sabía que solo estaba en esta tierra para pensar en él y en su escritura, él se lo había confiado a ella una noche de pasión incontrolable; entonces escribía, vomitaba su dolor por cables de conexión a la red sin importarle saber si ella aún estaba con vida; así conseguía sentirse mejor, sabiendo que si ella recibía la misma su corazón se rompería una vez más. Tan cruel era su hambre de caricias que todo valía; se pegaba a sus talones en la distancia, ya sea escribiendo o espiándola desde lejos, inventando las mentiras más absurdas, repitiendo las estrofas más bellas. Se pegaba a sus talones.
Hay que destacar que detrás de ese ser monstruosamente incestuoso también estaba el otro, el exquisitamente bello, el de la sensibilidad tan a flor de piel que podía llenar un jardín sin su arrogancia.
Ese que podía reconocer ahogado de angustia que como las abejas mueren al atacar; tal vez él al matarla había muerto un poco; y lo que quedaba eran solo restos, un fantasma lleno de cáscaras vacías.
Y era así. Estaba condenado a no olvidarla, a saber que ella lo escuchaba, no se porque magia o hechicería ella podía sentir su angustia; y él lo sabía.
Quizá por eso se aturdía y caminaba sin rumbo, pero siempre terminaba en la misma esquina, esperando, con la única ilusión de verla desde lejos.
Cansado y triste ante el milagro imposible decidía marcharse, caminaba, caminaba y caminaba.
Fue en uno de esos días que agotado se acercó a un árbol, se sentó y abrazado a sus piernas se fue quedando dormido, escuchando el sonido del corazón que latía distraído.
Eran las siete de la mañana cuando los primeros rayos del sol lo encontraron con la cara empapada por su propia saliva.
De pronto una voz conocida; se levantó y se enderezó rápidamente, esa voz sublime llegaba desde su costado izquierdo.
Se miraron y no pudieron evitar abrazarse largo rato; sus cuerpos no parecían responder a la desconfianza de sus corazones. Se tomaron de la mano con una ternura aniñada y sin poder dejar de mirarse llegaron hasta un pequeño bar.
Para sentarse eligieron una mesa alejada del resto del mundo junto a una ventana.
Mientras tomaba su café Julián quiso contarle que nunca dejo de verla; que la espiaba en secreto a escondidas, luego penso que mejor sería recitarle un poema que había escrito para ella, pero la miro y no se reconoció, entonces sus ojos se detuvieron en la ventana en silencio y una mueca de resignación se reflejo en el vidrio.
Se quedaron buscándose, Julián había perdido su habito de torturar con sus debilidades y Sofhía ya no esperaba nada.
En un último gesto de piedad ella apoyo su mano sobre la de él y tiernamente con su acostumbrada tristeza, la cual fue alimentando en los días eternos de espera le dijo
-La realidad suele defraudar a la memoria.
Y sonriendo como quien conoce el sabor del fracaso y lo acepta; se marcho.
Julián no pudo decir nada, se quedo con los labios cerrados, quiso seguirla pero sus piernas no le respondieron, quiso llamarla, pero las palabras se enredaron en su garganta chocaron con sus dientes y se quedaron dando vueltas perdidas en el paladar.
La tarde se oscureció y una lágrima cayo dentro de la taza de café.
Mientras la veía alejarse más y más, Julián comprendió que la arrogancia no podía detener el tiempo y que el pasado ya no le pertenecía. La miro hasta que Sofhía se transformo en una mancha que oscurecía el sol.
Julián miro al cielo y con la boca apretada como queriendo detener sus palabras dijo
-¿Quién pretende vencer? Cumplo con mi papel y sin embargo me precede; pero detrás de mí no queda nadie, estas piedras lo saben. Anuncian el final del enlutado corazón. No estoy llorando su muerte sino aceptando la mía.
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