Los colores se están esfumando, veo todo como cielo. Aparece una señora extraña, convulsionada; me mira y se esfuma como los colores. Empiezo a dar vueltas y estrellas fugaces se avecinan y me susurran realidades lejanas. Hay fuego y frío, ojos voladores, testigos de la revolución terrenal. Creo que soy negro o quizás azul. Me cambió la forma. El cielo, antes cielo, ahora es pasto, hierba mojada. Las estructuras, las gárgolas se derriten. Los muertos se levantan y gritan, agudo. Tengo miedo, pero veo una flor, todavía no ha perdido el color, pero no la siento flor. Me acerco y la huelo, huele a piedra. Todo está mutando. Ahora soy un pez. Estoy nadando en ese cielo de hierba. No me siento tan mal, ser pez no es tan malo.
Nada.
Gritos, gritos relucientes. No se ve.
Es ahora la tierra un lugar tan pequeño, me aprieta el cuerpo, me incomoda, creo que es una caja.
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