Apenas el sol entibia,
Veredas que son lavadas
Por responsables encargados
De edificios de departamentos,
Llevo mis pasos
hacia algún lado,
(Siempre vamos,
tenemos donde llegar)
Juego con las baldosas,
Mientras piso sobre ellas,
Tratando de seguir
Una errática rayuela,
Sin cielo ni infierno,
Sin casillas numeradas.
Llego a esa esquina,
Donde necesariamente
Debo doblar mi vida.
Amplias vidrieras,
De una lujosa mueblería,
Me muestran, deslumbrantes
Juegos de dormitorio,
En los que cualquier descanso
Siempre será un sueño.
Prolijos baldosones negros,
Contrastan con la calidez
Que brinda la madera
De esas camas que se ofrecen,
Lujuriosas y abundantes
Desde los iluminados escaparates.
Son solo camas vacías,
De muestra, de vista,
Traedoras de clientes,
Que ofrecen una remota
Posibilidad de reposar en ellas,
O de disfrutar del amor
Sobre mullidos somier,
Cobertores y calidas sábanas.
En la entrada de ese mercado
De lechos ofrecidos,
Ablandando la dureza del piso,
Con cartones y diarios viejos,
Y abrigando del amanecido rocío
La piel pegada de cada uno al otro,
Una pareja abrazada dormita
En la intemperie del afuera
Ante la indiferencia de todos nosotros.
El reposa su mano sobre el moreno rostro,
Ella, sonríe, dulce, en sus sueños
Se adivinan las piernas
Entrecruzadas,
Debajo de escaso trapo
Que cubre sus cuerpos.
Por un solo instante
El todo contemplo.
Muchas camas vacías,
Prometiendo un sueño
Y una pareja que se ama
Durmiendo en el suelo.
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