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Cansado de degustar siempre la misma cosecha el Conde Vlad Dracul de la Orden del Dragón mas conocido como Drácula, decide emprender nuevos rumbos. Su eterna vida en los Montes Carpatos de Transilvania lo llevo a probar todo tipo de cepas sanguíneas de la zona. Para su cumpleaños numero quinientos y aprovechando el acontecimiento decidió viajar por el mundo. Por su casi eterno ostracismo el Conde jamás regularizo documentación alguna, no lo necesitó, pero en esta ocasión debía marchar y no contaba con el pasaporte correspondiente, por lo tanto opto por viajar de polizón en la bodega de algún barco carguero del puerto más cercano “el Bósforo”. Sus quinientos años fueron tiempo suficiente como para tener una cultura muy amplia y conocimiento en más de quince idiomas, por lo cual no tenía pretensiones en cuanto al destino de su viaje. Sabía que el lenguaje no era impedimento a la la hora de comunicarse.
En tramos cortos desplazarse no era problema. Desde los Carpatos hasta el Bósforo fue surcando la noche transformado en vampiro, pero cruzar el océano le pareció excesivo. Sobrevoló el puerto hasta dar con un buque de bandera turca. Aterrizo en la popa y se arrastro hasta las bodegas lindantes a las calderas, allí se escondió para no ser descubierto por algún rudo marinero.
El barco zarpó con rumbo desconocido para Vlad. A los tres días el hambre y la sed producida por el excesivo calor de las calderas lo llevo a buscar saciar sus necesidades. Sin salir de las bodegas vio a un marinero calvo y fornido totalmente dormido cerca de las calderas.
-¡Esta es mi oportunidad! Pensó. En su forma vampiresca hincó sus colmillos en la pantorrilla del marino. Después de un breve rato de ser succionado el navegante sintio la molestia de la mordida e hizo volar de un manotazo al murciélago que aturdido por el golpe y el alcohol en la sangre de su victima, más el vaivén de la embarcación, quedo revoloteando sin poder despegar del piso. Vlad debió volver inmediatamente a su forma humana a riesgo de ser descubierto pero a favor de salvar su vida ya que Simón, el gato encargado de eliminar las ratas y demás alimañas del barco se agazapo para atacarlo.
-¿Qué pasa Simón? Sonó aguardentosa la voz del marino turco. ¿Tenes un nuevo amiguito? ¡Que bien le sienta la piel blanca y los labios rojos a tu amigo Simón! Dijo el excitado navegante al que la borrachera no le dio oportunidad de bajar en los prostibulos del puerto. Acto seguido dos marineros más descendieron a las bodegas. Un flaco alto y desdentado de nariz aguileña y un gordo sudoroso cuya sucia remera a rayas horizontales no le alcanzaba a tapar un ombligo peludo y mugriento. El fuego de las calderas se reflejaba en la sonrisa de dientes de oro del obeso iluminando la cara de espanto del Conde Vlad.
-¡Ey Abdul, nunca nos presentaste a tu amiga!
-¡Momento caballeros! ¡Soy el Conde Vlad Dracul y no soy su amiga, amigo en todo caso, y tampoco!
-Tranquilo... tranquilo no te pongas nerviosa, je je...Vamos a pasarla bien. Dijo el gordo.
-¡Si se me acercan los muerdo y los chupo! Advirtió Vlad. Esa frase condenó al Conde valga la redundancia. A partir de ese suceso lo nombraron vulgarmente “Draculeado”. El resto del viaje fue una pesadilla para Vlad. Limpió, cocinó y sació los más bajos instintos de los marineros a cambio de compartir ratas con Simón para aplacar su sed de sangre.
A los sesenta y tres días de viaje en altamar el buque toco puerto en Buenos Aires. Era una noche de verano de brisas cálidas que le sirvieron al Conde a sobrevolar como vampiro la Capital hasta algún barrio carenciado del conurbano. Sabía que los ataques a indigentes como pasa siempre, pasarían más inadvertidos. Eligio un rancho pobre de una Villa. Entro volando por la precaria ventana apenas iluminada para sorprender a su ocasional victima. Dentro de la vivienda había una numerosa familia compuesta por el abuelo, los padres y siete hijos realmente hambrientos que al ver al vampiro se prepararon para la cacería. El abuelo entusiasmado grito:
-¡Cómo dijo Don Padilla, todo bicho que se mueve va a parar a la parrilla!
-¡Que no escape! ¡¡Que no escapeee!! Gritaba el padre, mientras toda la familia arrojaba objetos al murciélago. Escapo de milagro por alguna hendija de la frágil construcción.
-En un mundo donde el peor terror lo causa el hambre ya nadie respeta a los románticos y pasados de moda vampiros, pensó.
Débil y hambriento debía conseguir una comida fácil y rápida. Un vagabundo que dormía bajo un puente sobre un arroyo contaminado parecía ser una victima accesible. Mordió y por primera vez sació su hambre desde que salio de Transilvania. Totalmente satisfecho, adopto su forma humana previa revisión de la ausencia de marineros turcos a la vista. Vlad se noto mareado, más que mareado borracho como nunca. Si bien ya había probado la sangre alcoholizada del marino, solo fueron unos cortos tragos a diferencia de esta oportunidad. El conde balbuceo una frase inentendible. Camino tambaleante por la orilla del riacho, sonrió y cayo sentado recostando la espalda contra un tronco para luego quedar dormido, el sol del amanecer hizo el resto reduciendo el cuerpo a un montículo de cenizas.
No hubo llantos ni ceremonia, nadie noto la ausencia del Conde y con su desaparición pareció terminar el mal del vampirismo en el mundo, sin embargo cuentan los parroquianos de la zona que debajo del puente se esconde del sol un extraño vagabundo que sale de noche. Que los vecinos están atemorizados por la aparición de animales secos de sangre y la desaparición de otros vagabundos, pero lo que más atemoriza de esta historia son los barcos de marineros turcos. Es preferible ser atacado por un vampiro que por una horda de monstruosos marineros turcos sedientos de sexo. Pobre Vlad...

Texto agregado el 12-02-2009, y leído por 403 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
09-03-2009 Pobre Vlad!!! Venir nada menos que a Buenos Aires. Seguramente respirar el aire perfumado del Riachuelo fue la causa de su perdición, no los turcos hijos de puta. zumm
17-02-2009 Una vez me pasó lo de Vlad... en unas vacaciones me violaron unos comerciantes de la costa... pero con el precio, suerte que Dracula no tenía que garpar... ahora ese borracho tenía glóbulos blancos... y glóbulos tintos??... Excelente relato. Felicitaciones cesarjacobo
16-02-2009 Sólo a tí se te puede ocurrir hacer cualquier cosa loca con el pobre Drácula. Nunca se me hubiese ocurrido que lo iban a degradar de esa forma. Excelente tu imaginación, hermano. Excelente. Un besito. Sofiama
15-02-2009 Drácula, marineros turcos, villeros y peligrillos, creas una mezcla hilarante que sólo se te puede ocurrir a vos. Un gustazo seguir leyéndote. ¡Capo! ElnegroHinojo
14-02-2009 Muy buen relato amigo, con mucho humor. Pobre Vlad, que destino trágico, esta atravesando un siglo malo, ir a caer en Buenos Aires, encima sordo, le dijeron que había mucha "hambre" en las villas y entendió "sangre". 'Este Conde no sabe que acá hay mucha competencia y que hace 200 años que los políticos nos chupan la sangre?.Son muy ingeniosos tus relatos, un abrazo, Carlos. carlitoscap
12-02-2009 jajajajaj bue, el tal Vlad se salvò tambien de otros males que pueden aquejar a tan lujuriosos marineros, no se sifilis, gonorrea o ya de perdis sida, digo...y el vagabundo estarìa alcoholizado o en uno de esos viajes de cristal? jejej digo la modernidad seguro rebasa no solo el romantisismo del dràcula si no los alcances en un "viaje" sin prevencion jijijij...genial como siempre. luzyalegria
 
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