La mañana recibió a los citadinos con grandes columnas de humo en varios diferentes puntos de la ciudad. Los diarios rezaban que en un evidente ajuste mafioso, el cuestionado empresario de la noche había sido sorprendido, al salir de su casino, por un desconocido a quien la policía aun no podía identificar, tal persona había disparado a Franco Ferreira en la cabeza, no sin antes deshacerse de sus dos guardaespaldas usando la misma táctica. Después de este hecho volaron el lugar con artefactos que tienen desconcertados a los especialistas, quienes aseguran que son totalmente revolucionarios y futuristas. No conformes con ello hicieron lo mismo en cada club perteneciente al empresario. Los medios afirmaron que en algunos de los clubes se encontraron restos de laboratorios comúnmente utilizados por los grandes carteles del narcotráfico, lo cual confirmaba la teoría de un ajuste de cuentas, típico de la rivalidad entre bandas dedicadas a ese negocio ilícito.
La noticia conmocionó a la ciudad y dio alivio a muchos que estaban siendo chantajeados por Franco Ferreira. Algunos eran miembros de las altas esferas de la Justicia y no dudaron en caratular el caso como un ataque mafioso y después de varios días, se encargaron de enfriar las investigaciones.
Al enterarse de lo ocurrido su esposa decidió huir vaciando la cuenta del matrimonio, llevándose consigo a sus dos hijos. Ella sabía quien había causado su muerte y no estaba dispuesta a desafiarlo de ningún modo. Antes de marcharse en un acto de obligada bondad devolvió los bienes a su sobrina. Tal como Caro Rudolff les había pedido, desaparecieron para siempre de la vida de Ana.
Ana simplemente atribuyo lo sucedido a la justicia divina. El infierno que ellos le habían hecho pasar, llegó a su fin.