Te busque en todas las casas de muñecas de las seis de la mañana.
No valía la pena ser vistos por nadie.
No dejes que el mundo juegue contigo,
cara de niñito castigado.
Corramos hasta que esto no sea pecado.
Pintémonos la boca de todos los colores.
No dejes que te toquen nada,
porque yo sé como duele cuando dejas que las cosas pasen.
A mí que me han tocado todo lo que un hombre puede tocar.
Yo que algún día cante mi feliz cumpleaños en cinco idiomas.
Porque los chilenos somos así,
adoloridos, inconclusos, avergonzados.
No dejes que este país de mierda te vuelva chileno,
y que el mundo entero te quiera tocar por tu cara del latino más europeo,
del indiecito de habla inglesa.
No dejes que te miren ni que te tomen fotos,
que no te suban a páginas porno inglesas,
que no te llamen John.
Mejor volvamos a pasar la noche en la Alameda.
Juguemos como jugábamos esos días.
Déjame jugar con tu pelo castigado,
tu corazón de misa,
tu alma de funeral,
que yo te esconderé en mis manos hasta que ya nadie nos conozca.
Hasta que nadie quiera hacernos daño,
ni ponernos en un insectario.