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Inicio / Cuenteros Locales / sacanueces / X96 MARGARITA

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margarita era una santa
salía de día con sus polleras largas que le cubría hasta los talones, el vestido se ceñía en un escueto escote que abrazaba el cuello, largo cuello de por si, apenas si se le podía ver un rosario que a modo de collar de fantasía pendía de el, sólo le asomaba su cruz flúor

ante los templos se persignaba una y otra vez, como con algo de obsesión y frente a algún santo un par de rezos murmuraba

salía con su cara lavada que sólo mostraba la belleza del alma y su alma era realmente bella; no había hospital, geriátrico, hospicio, o casa de desamparados que no visitara; en todos lados alguien la esperaba, alguien que realmente la necesitaba y a todos lados iba, siempre tenía tiempo para asistir, también así tenía tiempo de asistir a cuanta oficio o misa hubiere, no le importaba mucho a que culto pertenecían, ya que pensaba que de todas formas algún dios la escucharía igual

las monjas la adoraban, como así los curas, los ortodoxos, judíos, luteranos, budistas y mahometanos; con los del Islam se llevaba a las mil maravillas y con cientos de otras sectas o religiones también, que no vienen muy al caso

casi era alta y siempre lucía unas humildes sandalias chatitas, las sandalias para el día, porque caminaba mucho en su andar detrás de algún reclamante

de noche tampoco dejaba de andar, claro, ya no caminaba con las chatitas, usaba tacos aguja, colorados de unos quince centímetros de altor; los que dominaba muy bien y le servían por las dudas de arma de defensa

de noche su altura era enorme, y su figura descomunal; la pequeña pollera , también roja, que usaba, dejaba lucir sus largas y esbeltas piernas y, en oportunidades, cuando se apoyaba en la ventanilla de algún auto de alguien que también la necesitaría, quizás para discutir algún diezmo, dejaba al descubierto sus exuberantes bondades, los cachetes de la cola partidos por una mini tanga negra que todo lo sugería; claro, para el deleite de todo transeúnte que por ahí accidentalmente pasara
margot era de carnes firmes, bien duras… perdón, de noche era margot, a ella me refería
de noche margot era pasión, tenía mucho calor entre las piernas, adrenalina sexual al extremo, cobrara o no; solía hacer descuento a los jubilados, su alma era la misma, ayudaba al necesitado

de noche era fuego, el mismo infierno, te diría; quienes la conocieron jamás pudieron olvidarla; se entregaba a todos los excesos y todo y a todos excedió

y él, justo él, fue a conocerla una tardecita
la conoció en uno de esos días en que la tarde se estira y la noche viene con pereza

cuando la vio, ella estaba rezando frente a una grutita del gauchito gil, llena de velas rojas, botellas rojas, banderitas rojas

cuando él la vio, te decía, se dijo: -esta es la mía, paso al frente, le tapo la boca al pa y al tatara; con esta ya van a ver- y se repitió varias veces: - esta santa es mía, qué bocadito para la historia-

él era un demonio y así se sentía; se arrimó hasta quedar casi tocándola, ella ni se dio cuenta, iba por no se que cuenta del rosario

él buscó un perfume que le habían regalado, no se para que fiesta maldita, que era irresistible para las mujeres; al olerlo caían rendidas a sus pies, totalmente seducidas, aún para las más santas, como este era el caso

ella nada, inmutable; seguía sin notar la presencia del tan apuesto sujeto, la letanía del rosario la absorbía en su totalidad

él, ya que su belleza y fragancia no la impactaban, apelo a la estrategia del viejecillo carenciado, el de la urgente necesidad; pero ella nada, nada de nada; totalmente abocada a la grutita del gil, siempre solicitando para algún desesperado

pero las horas fueron pasando, el sol se escondió y dejo al descubierto la noche más renegrida y a margarita se le subió la margot y una margot tremendamente desesperada

al único que tuvo a mano para saciar tamaña calentura fue a él, justamente a él; que pasó a ser un pobre diablo

fue un desastre, una hecatombe carnal, toda la lujuria, toda la desesperación humana, animal, bestial…

del embate él tuvo que huir apresuradamente, maltrecho, agotado y perseguido y lo perseguía alguien que quería más y más… margot, una margot aún recaliente

él se pudo refugiar en un monasterio, donde hasta hoy reside; arrepentido maldijo a toda su parentela endemoniada, eso si, sin decir malas palabras; para convertirse en un curita sencillo

curita de la parroquia del barrio, el mismo donde vive margarita, de quien de día es muy amiga; pero por las noches, reconoce, que como humano, por ahí la recuerda; recuerda a aquella margot; margot la que le cambió la vida


Texto agregado el 11-02-2009, y leído por 149 visitantes. (0 votos)


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