Pienso.

En que pienso.

Pienso en ti.

Pienso en que podríamos lograrlo juntos.

Pienso y pienso en ti, y pienso en mí y pienso en un corazón, y pienso en una mirada, en una sonrisa y pienso en ti.

Pienso, y pienso en la blanca espuma del potente mar, que tiene el obstáculo enfrente y pienso en el tiempo y pienso entonces en el mar y en la tersa arena y pienso después en aquel obstáculo y lo veo tan fino como las nubes que sueñan sobre tus cabellos juguetones y las veo reír y las veo llorar y pienso en ti.

Y pienso que en la vida hay muchos problemas y que los problemas representan obstáculos pero siempre hay algo en lo que nos apoyamos para vencer esos obstáculos.

Y entonces ya no pienso en ti.

Pienso en mí.

Pienso en el sudor y en el cansancio, y pienso en no cansarme de quererte y pienso en sudar hasta mi última gota por ti. Y pienso en ti y en tu cansancio y en tu sudor y en mis manos prestas para secarte ese sudor y en mi hombro para ayudarte en tu cansancio.

Pienso en que es hora de dejar la vida atrás, cerrar los ojos y echar a volar. Pienso que tenemos un par de alas y con ellas podemos alcanzar el cielo más alto.

Y entonces en lo alto, pienso en el nido, y pienso en casa. Y cuando pienso en casa no me refiero a las cuatro paredes que me resguardan del frío. Pienso en el lugar cálido y acogedor en donde las tardes de climas duros o pesadas labores puedo llegar y desfallecer. Pienso entonces en mi hogar, pero este pensamiento no pudo venir solo, porque cuando pienso en mí, sin saberlo pienso en ti, y pienso en tu casa y pienso en la mía, y se que el día y la hora que quieras mi casa es la tuya y que sin estar aquí vives conmigo, porque yo te tengo aquí en mi mente, en mi corazón, en pocas palabras en mi casa, en donde siempre eres bienvenida y la más protegida.

Pienso y pienso en ti y pienso en mí y pienso en los demás y entonces pienso en el que tal si hubiese sido y no se lo hubiésemos dicho a nadie, y me detengo un instante y no me respondo, pero levanto la cara y pienso en ti, porque a ti es a la que quiero y los demás pueden vivir sin saber si pensé, pienso, o pensaré en ti. Son mis pensamientos y son tuyos, pero nunca fueron, ni serán de ellos.

Pienso, en pensar, en saber pensar por mi mismo, en no dejarme influenciar. Y pienso en nunca renunciar a mi más querido pensamiento y en no dejar de pensar en ti.

Pienso que ya es hora, es hora de volver a casa. Pienso que ya es hora de sentir el cálido susurro cerca de tu piel bronceada, y abrir tus alas y volar más alto que los problemas. Y entonces, es cuando nuevamente, pienso en este loco atardecer, en donde una vez más me veo tan solo, y tan solo como me veo, pienso, y pienso en ti, y pienso en tu soledad y pienso que es hora de volver a casa, en donde te espero con brazos abiertos junto a mi soledad, que volará con la tuya, si un día tu piensas en mí.

Pienso, y pienso en flores, y en plumas blancas de palomas que gozan su libertad. Pienso en el canto de los pájaros y pienso en tu voz y pienso en tus alas y pienso en tu canto y pienso en ti... Y pienso que podríamos lograrlo juntos.

Pienso en libertad y entonces pienso en tus pensamientos, que son libres de pensar, de pensar en ti o en cualquier otra cosa, y me aterro, las manos me tiemblan y ya no puedo pensar más. Porque algo más grande que la fe me corto la respiración y me secó el suspiro, y en ese último momento pensé en alas, vuelo, casa, corazón, tiempo, soledad, y libertad. En mi último pensamiento pensé en ti y sentí que después de tanto pensar, por fin pensaste en mí.