Tú que corres entre líneas, que juegas entre letras y saltas entre renglones de imprenta y caligrafía; tú, que vives en el mundo infinito de los libros, hecho tan sólo de páginas y sueños, el mundo de los libros escritos, por escribir, y de los que nunca se escribieron; tú ríes y te escondes entre amagos de gran verdad que nos susurras al oído entre los sueños.
Dime, pequeño duende de los libros y de imaginados sucesos, ahora que los matices huyen de mi retina, de mi boca y de mi oído, ahora que se escurren entre mis dedos y escapan casi de mi corazón, cuando los grises y las líneas toman el control e invaden mis imágenes aunque ni así me adapte yo a la corrección. ¿Por qué nos invade la apatía y sustituye la rutina lo que en nosotros había pintado la ilusión? ¿Por qué, duende querido, ni lo que es nuevo y antes nos fue vida suena fuerte entre los pulmones en esas ocasiones?
Me susurraste entre visiones que es extraña esta cosa que tenemos de la vida, que, tras una eternidad en blanco, de eternidad se llena y, en un instante que es eterno de suspiro, se vacía.
Y ahora lo veo; y amo esta rareza, pues, pese al mal que me duele y por fea que se vea la cara pintada de este lienzo, aún me quedan un camino, cuatro patas, siete vidas, Lunas llenas.
GatoNegro |