Y entonces, la ingobernable agonía, la triste certeza de la propia muerte, la desesperación silente y victoriosa. Fina frontera es la que divide el saberse difunto y el estarlo: frontera de conciencia, ya locura, de inconsciente proyección al infinito. Esa muerte reside dentro mío, hipotética y gris, mientras desángrome en amaneceres y lloro sobre un papel el feliz error de una existencia incierta
Texto agregado el 10-02-2009, y leído por 94 visitantes. (0 votos)