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Una mañana, después de un aguacero de esos que vienen a refrescar las mañanas de los veranos, cuando el sol secaba las ultimas charcas que se habían formado en los surcos del suelo, mientras las mariposas desperezaban sus alas, las gotas de agua bajaban por las hojas y las ramas de todas las plantas del jardín, refractando la luz del sol en los más brillantes colores, en medio de flores de cayenas y pompones abiertos, germino un retoño, salía del suelo con forma de aguja, de color verde pálido. Rápidamente sobrepaso unos champiñones que abrían sus sombrillas al sol y alcanzo las ramas más bajas de un rosal, allí la larga aguja se reventó y apareció una hoja con forma de corazón que acaparo la luz solar vital, su color paso a verde más oscuro y aparecieron sendas manchas rojas, los lirios y el rosal al ver que ese retoño rápidamente tomo vistosidad se pusieron de acuerdo y curvaron sus ramas para impedir que los rayos del sol llegaran hasta esa hoja recién llegada, y el rosal armado, clavo sus púas en la aun tiernas hoja y las rasgaduras se hicieron más graves según esta nueva habitante crecía. No le importaba, y con su mayor esfuerzo siguió creciendo y abriendo su parasol. Las petunias y los claveles se movían con el viento y de ellos caían afidios que se encaminaban hacia la nueva planta, pero al probar su sabia encontraban que esta tenía mal sabor y que los podía matar, así que la dejaron en paz. De debajo del manzano salió un enjambre de hormigas cortadoras de hojas, pero el nuevo retoño les fue indiferente aunque el rosal y el alhelí creyeron que estas si lo destruirían. Al llegar la noche la nueva planta había sobrevivido. ¿Como llego hasta allí? Se preguntaba el cilantro, y la perfumada albahaca que permanecía neutral, se limito a abrir sus blancas florecillas según el sol del nuevo día subía por el cielo. La zarzamora, encargada de impedir que las aves del corral entraran y destrozaran el jardín, levanto sus ramas y dejo una brecha, pronto las gallinas, patos y sus polluelos entraron y causaron grandes destrozos en las hortalizas y también en la joven hoja que había nacido el día anterior, pero ya otro brote con forma de aguja emergía. Al salir el sol las plantas celebraban unas y se lamentaban otras, pero para sorpresa de todas, una nueva hoja con forma de corazón ya se había abierto al sol, y al mirar debajo de esta, una nueva aguja surgía, verde y húmeda, al lado de la fallecida primera hoja. El ataque del rosal se hizo más cruel, tanto que dejo de producir rosas y se empeño en criar espinas más grandes y filosas, la cayena y el lirio ensancharon sus hojas para evitar que el sol llegara hasta las tres o cuatro hojas que se originaban todas en un mismo punto, y resplandecían al sol, y por la tarde se inclinaban para honrar a la primera hoja muerta. Una mañana de esas en que el sol aparece brillante y el cielo se llena de azul, el viento mecía las ramas de todas las plantas del jardín, en medio de las hojas en forma de corazón, apareció un nuevo retoño, con el tallo más grueso y de color purpura, en la punta no venia la conocida aguja, sino un cono. Al llegar la media mañana la puerta del jardín se abrió, dos pares de piernas, una pala y una filosa hoz aparecieron en medio de las plantas. Pronto la pala entro en acción desarraigando hiervas alrededor del rosal, la hoz empezó una cruel mutilación en las ramas de la cayena, despejando la tierra alrededor de la planta con hojas acorazonadas con manchas rojas, el rosal, sin flores ni hojas pero lleno de furiosas espinas lanzo un crujido cuando la hoz devastó sus ramas y la pala separo sus raíces del extracto vital del suelo. El sol dio en plenitud en la planta de corazones. Y al atardecer alegre y viva, abrió su ultimo retoño, si primera flor. |
Texto agregado el 10-02-2009, y leído por 118 visitantes. (0 votos)
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