He oido decir que Moby Dick enseña que no se puede vengarse de la naturaleza. Muy por el contrario, entiendo que enseña otra cosa: que puede intentarse, y que se puede morir. O fracasar que es lo mismo. Sobre todo, habida cuenta de la época en que le toca a Ahab perseguir a la ballena. Los resultados habrían sido bien distintos si en vez de andar con un arpón de aquí para allá (peligrosísimo: le puede sacar un ojo a cualquiera; más con el vaivén de un navío), se hubiese proveido de un fall. Pero ni digamos un fall. Capitán Ahab, ¿no se le ha ocurrido detonar la ballena? En ese entonces, bien inventada estaba ya la dinamita. Un par de cartuchos y a otra cosa.
Ahab era cojo. Su cojera era mental y de la otra. La grave, la primera lo empecinó. Navegar aferrado a un escarbadientes filoso. Y con el tamaño de la ballena. Capitán Ahab, ¿y enfurecerse con las focas? Yo diría que miden diez veces menos. Pongámoslo así: Usted debe pesar ochenta kilos. Es fornido. No hay lugar a dudas. La ballena pesa veinte toneladas. Si fuera un combate de boxeo, en el Luna Park, Usted de local y con todo el público a su favor, aun así no tendría chance.
Lo que me pregunto es cómo se le ocurrió. Eso es lo inconcebible. Wittgenstein le preguntaría “¿alguien se puede vengar de su perro?”. Después de que su perro lo espera fielmente en su casa cada día, ¡claro que no!, ¡con qué descaro alguien puede venir a pretender vengarse de su perro!. Eso es lo que quiere decir Wittgenstein. En fin, para no seguir acongojándolo le comparto un sucedido: camino apurado por Posadas, tan apurado como el calcinante sol de la tarde lo permite. Una pareja de ancianas sale de un almacén y comienzan a caminar delante mío. Una paloma queda atrapada entre nosotros tres. Entre la pareja de ancianas y yo. La paloma no sabe hacia donde salir volando. Desesperada esquiva desintencionados pisotones, patadas y bastonazos. En su sigsagueante terror echa a volar sin apuntar siquiera; si no me agacho se estrella contra mi rostro. Me enfurezco e insulto a la paloma que va ganando altura, y alzo los brazos en un gesto inútil, amenazándola. La pregunta es, ¿se puede amenazar e insultar a una paloma? La respuesta es, capitán Ahab, por supuesto: ella no es un perro. Ahora, su pregunta capitán, es bien distinta: ¿conviene insultar a una ballena? |