El príncipe se presentó en su aposento y por supuesto nunca andaba solo, lo acompañaba su guardaespaldas personal, que más parecía un perro de presa. Ojo avizor y cuerpo tenso.

Mirando al alquimista, le dijo: -- Lulius, me pareció oír ayer un pequeño estruendo venido de tu taller.
Lulius bizqueó los ojos con rabia contenida y dijo: --No Sire, solo se trató de una mezcla de líquidos inflamables que usted conoce.
Ahh. Bien dijo el príncipe y diciendo: --Sigue trabajando hombre.

Lulius se dijo para adentro: --Llamarme solo por mi nombre, es como si estuviera llamando a su cocinero y además estoy relegado en el sótano y él en la torre del castillo. Esto lo decide todo.

Joannes, medio cojo y aún chamuscado acudió rápido al llamado de Julius quien le dijo:
-- Iras donde el carbonero y traerás todo el carbón que puedas.

Después iras donde el salador pero le pedirás la sal que sirve para arreglar las siembras. No te olvides, quiero que sea la misma que ocupaste el otro día.

Y por último irás don el azufrero y me traerás un saco de sulfure. Ve ya rápido.
Y salió Joannes, rápido saltando en una patita.

Con todos los elementos listos Lulius le dijo a su asistente:-- mira hijo allá en el nuevo mesón hay un mortero de bronce, en el molerás todo el carbón que trajiste.
Yo en un mortero de piedra moleré el natrón y tu en el mortero de cobre molerás el sulfure hasta que quede muy fino. No vayas a mezclar nada, límpiate las manos y distráete mientras yo veo como lo hago con la mezcla.

Con sendas bolsas y arriba de un asno se fueron los dos a la campiña lejos del palacio del príncipe.

Primera mezcla bien revuelta y unida. Mitad carbón, mitad natrón y mitad sulfure. Tomó una antorcha y la aplicó. Gran humareda y nada.

Vuelta a empezar todo de nuevo. Otro viaje a la campiña.
Ahora las cantidades variaban. 2 puñados de carbón, un puñado de natrón y medio puñado de sulfure. Aplico la antorcha y FUUUZZZZZZZ, sonó inflamando el pasto.
A los dos les colgó la mandíbula y quedaron con la boca abierta.

Tercera y última prueba. La misma mezcla pero la habían metido dentro de un artefacto de bronce del príncipe, que era para sus abluciones matutinas. Algo así como un jarro o bacinica de hoy en día y bien tapado.

Se dijo Lulius pensando: --a este no le puedo atracar la antorcha. No alcanzaría a arrancar.
Así poniendo el vaso en el suelo le agrego un pequeño reguero de la mezcla, eso si a una distancia prudente detrás de un árbol y protegidos ambos, Lulius le aplico la antorcha.

BANG, el estampido fue colosal, los dos cayeron de asentaderas con cara de susto ¿Y de la bacinica? Nada. Había desaparecido.

Se miraron asustados y Lulius le dijo: --Ni una sola palabra así te metan al potro de los tormentos.
Y luego pensó:- Esto si serviría en la guerra, pero no en la del príncipe.

Recogieron todo y se fueron silbando al palacio del príncipe, quien los esperaba asomado a su balcón.
¿Oyeron ese estruendo? Les dijo y mirando al cielo comento: --Seguro se acerca una tormenta. Los dos que estaban al pie del balcón movían la cabeza asintiendo.

Bajaron las escaleras hasta el tenebroso sótano y Lulius le dijo a su asistente:
--Joannes, hijo mío tendremos que laborar fuerte, porque deberemos preparar toda la mezcla que podamos.

A la mañana siguiente cansados y ojerosos, pero satisfechos miraban su obra;
varias barricas de madera llenas hasta el tope con el compuesto se hallaban distribuidas por el laboratorio.

Lulius le dice a Joannes: --Anda y trae los velones y apresúrate porque hoy saldremos temprano.

Todo estaba listo. Encima de cada lote de barricas habían colocado un velón encendido cerca del reguero de la mezcla. No lleves nada déjalo todo, dijo Lulius. Montemos en el borrico y vayámonos fuera de este lugar. Bajaron presurosos al pueblo al pie del castillo.

El oro que consiguió el alquimista, con uno que otro experimento casual, sirvió para la compra de dos rápidos caballos, pues ambos se unirían a la caravana de comerciantes árabes de Al-Andaluz, hermosa comarca en donde la ciencia, la aritmética y la medicina se practicaban con libertad absoluta.

PUM….PUM….PUM..Se estremeció el castillo, derrumbándose la torre del príncipe, quien se vino abajo de cabeza y con cara de pregunta directo al foso con agua

Continuará
Nomade...