MI TIO BRAULIO.
Hay vidas que no se dejan expresar, decía siempre la tia Tula en las reuniones familiares cuando nos sentábamos a hablar del tio Braulio, entre otras cosas. Llevábamos ya muchos años sin noticias del tio Braulio. Recuerdo de él una vida ordenada, sana, ejemplar, amaba su trabajo . Una de esas extrañas enfermedades mentales, le habían empujado un día cualquiera a ser un hombre aislado, ajeno a todo lo que poseía, con la mirada de los que sienten la necesidad imperiosa de huir. La última vez que se le vio por el barrio empujaba un carrito de supermercado, que a su vez le servía de hogar. Mantas, bolsa, un antiguo transistor y unos cuantos libros sin pasta completaban el carrito. Nadie consiguió convencerle de dejar la calle y someterle a un tratamiento capaz de alejarle de su único propósito; llegar al abismo, al mas allá con su carrito de supermercado.
El día que me casé con Petra fue un día difícil de olvidar, por la ocasión y por mi tio Braulio.
Rompiendo el protocolo de asistencia se presentó a la Boda con un loro de enormes plumas verdes que posaba en su hombro. Su aspecto era incómodo.
Un par de horas antes de terminar el convite desapareció. Nunca más volvimos a saber del tio Braulio. Hoy, todavía cuando nos reunimos en familia, recordamos al tio Braulio, y entre bromas y risas, la anécdota del loro de enormes plumas verdes . Se llama Braulin. Nunca sabremos si formaba parte del regalo de boda. Cuando desapareció de la boda en su mesa aislada; el loro, migas de pan y una servilleta escrita donde decía; “ excepciones, en la vida humana “
www.lacontraventana.es.tl |