La única manera de que te sigan es ir delante. En aquel momento, para mi tenía todo el sentido del mundo. El ascensor era el lugar elegido para esconderme de mi nueva derrota. Dentro de la cabina, la pared del fondo me aportaba seguridad y una visión privilegiada. El edifico de oficinas disponía de un amplio hall con varios ascensores que garantizaban mi anonimato. Entregado a la suerte del quimérico bunker perdía continuamente la noción de altura. Este motivo y la familiaridad de ciertas caras me llevaban a alternar frecuentemente de ascensor. Una llamada cambió radicalmente mi suerte, alguien se había fijado en mi curriculum. Conocía perfectamente el edificio. Subí por las escaleras de emergencia pensando que aportaría frescura a mi entrevista de trabajo.
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