Toda la cuadrilla le llama “Pocoyo” por su estatura y por el gorro de lana peruano que usa hasta en Agosto. Reinaldo Rojas, porque “Pocoyo” tiene nombre, se lleva bien con todos y nunca está cansado. Llegó a España hace tres años y casi todos los euros que gana como encofrador se convierten en relucientes soles al otro lado del atlántico.
Además de mandar dinero Reinaldo tiene un secreto: en el último pilar de cada edificio desliza entre el hormigón fresco un canutillo de papel con el nombre de su hijo.
Cuando su familia junte para los pasajes, un día caminará junto a su hijo y le dirá que ese edificio lleva su nombre y ese otro también. Que llevan su nombre en las tripas, que es donde importan los nombres.
Le dirá que no tenga miedo, que media ciudad ya es suya.