Ayer ví matar a un hombre... léase muy bien: VER, MATAR... no creo que cause un efecto alarmante en ninguno de nosotros una frase ahora común como ésta, unos verbos tan regulares en los diálogos actuales. Desde ayer esta frase se convirtió en mi inicio del día, en mi transcurrir de las horas, en mi espacio de sueño... literalmente vi matar a un hombre, no miento ni exagero.
No encuentro las palabras para hacerles sentir lo que sentí, aunque siempre he encontrado palabras. Fue algo extraordinario, efectivamente; la bala que suena, la sangre que salpica, el cuerpo que cae... los metros que nos separan... los segundos desde estar vivo a ser un montón de huesos más que no estarán vivos. Mi fragilidad descubierta, nuestro susto alborotado.
Ahora... estoy alarmada, sí; pero no por el cuerpo tirado, ni el hombre que corre... ni por el "pudimos ser nosotros". Estoy alarmada por el valor moral de la situación (no puedo nombrar la moral muchas veces, carezco de derechos sobre la palabra y de muestras sobre esos derechos). Dos segundos se cuentan entre respirar y no hacerlo, porque llegó alguien que jamás ví, me disparó por la espalda y caí... no se donde me encuentro, pero definitivamente no es en la vida. Eso es todo. Ahi se acabó, sin más... sin valor, sin gloria, sin justicia, sin saber... suciamente.
Pónganlo así:
¿Es lo mismo matar a una gallina que a un hombre?
Se agarra el cuchillo, se saca el revolver;
se aprieta el mango para matar, se aprieta el gatillo para matar;
el cuchillo corta el cuello, la bala atraviesa la espalda; la sangre se derrama.
Valor de la gallina: $12.000, valor del hombre: $50.000...
a la gallina se le come, al hombre... se le olvida.
¿La diferencia total? ¿El valor proteínico de la carne blanca?
Mi prerrogativa (o derecho o privilegio o "no más remedio"): El 9 de junio de 2007, frente a la impotencia, no fue asesinado solo Don José. Ese día... mataron, por la espalda y a quema ropa, a mi estúpida inocencia. Fue rematada fria y brutalmente mi ya moribunda fé en los hombres. Ya no morimos con los sueños realizados y la vida viejita... ni cuando él decide que es la hora. Morimos cuando cualquier bestia sin conciencia se nos atraviesa en el camino, por la razón estúpida o por la guerra innecesaria.
Morimos de horror y bestialidad, morimos llenos de vidas vacias... morimos anestesiados. |